El 14 de agosto me quedé ciego. Iba en auto, observando a mi derecha lo ridículo del peinado de un adolescente, cuando dejé de ver. Tal vez la cómoda situación en ese momento marcó mi futuro, porque ni ahí ni después me sentí desesperado. Es más, disfruté al comienzo diez quién sabe veinte segundos de nada, y después me retiré y me puse a pensar en lo que sería el resto de mi vida. Recién cuando llegué a destino le dije a mi acompañante. Sentí sus manos crisparse en el volante del susto.
(Enrico Talti - Otro)
lunes, setiembre 10, 2007
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