J.P.F.: –Hubo un tanguero ruso que aprendió el tango en París y se armó su propia orquesta en Moscú. Lo echó la revolución y se puso un cabarulo en Bucarest, y ahí tenía su orquestita. El decía que tocaba tangos, pero ya era cualquier cosa. Pero el mismo húngaro que tocaba el violín con el ruso se vino para la Argentina y entró a tocar a una orquesta de todos los ritmos en Buenos Aires. Todo lo anterior es mentira, pero, en realidad, la música se hace así.
R.G.: –Es como mirarse al espejo y preguntarse: “¿Esto es una persona?”. Qué sé yo, igual tenés que ir a laburar (risas).
De una entrevista en página 12.
jueves, abril 06, 2006
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