domingo, abril 02, 2006

El que tiene sed - Abelardo Castillo


- La paradoja de Poincaré, ¿cuál es el error?
- Los salamines. Si el universo se achicara y nosotros también, nos daríamos cuenta. Él decía que no, qué bestia puede ser un gran hombre. Se vendrían al suelo todos los chacinados, jardines de Babilonia, jamones y demás cosas que cuelgan. Pito incluido, quizá. La resistencia de una piola no es proporcional a su sección. Generalice e imagine el Apocatástasis. Pero eso, efendi,¿puedo llamarlo efendi?, pertenece a la física, no a la matemática. Esta vez no me engañó. Si me distraigo un segundo, empiezo por el final y le digo: Eso es física, no matemática. Y después ya no me importa la pregunta. Me empieza a gustar nuestra conversación. Lo voy a dejar tomar notas. Ahora me tengo que ir.

***

Oí la lengua terrenal de la señorita Paula. Flaquitos, nos decía ella a don jacobo y a mí, métanle el diente al ave y córtenla con la huevada. Lo que significaba que comiéramos la encomienda y dejáramos para la sobremesa los misterios de la Kibbel, que significa tradición y debe entenderse Kábbala, como me enseñaba don Jacobo, Kábbala con k y con dos b, para diferenciarla de la otra Cábala, la cristiana. ¿Nada que ver con la de los pálidos, nocturnos jugadores que viajan a Carmelo o Mar del Plata con fines de lucro?, preguntaba por preguntar la señorita Mariana, mordisqueando un pedacito de pechuga del tamaño de un micrón pero embuchando cuanto rabanito, zanahoria o radicheta traía la caja. Nada que ver con la Lotería salteña, hija mía, confirmaba don Jacobo, enganchando su dedo meñique a un huesito en V, en singular justa con la señorita Paula, quien, también con su meñique, larguísimo, aéreo, de princesa en el exilio que comparte la vianda con unos bandoleros, pugnaba del otro lado por quedarse con el sector más largo de modo que se cumplieran sus deseos. ¡Cagaste, Viejo Poeta!, gritó la angélica niña blandiendo el hueso triunfal, a ver, pidan todos algo para dentro así yo exigo que se cumpla y de un solo saque lo ponemos al Superviejazochoto (se refería a Adonai, a Iod-Hé-Vau-Hé, a Dios) de culo contra la nube. O dicho de otro modo, lo obligábamos a Él a distribuir más dones de los que destinó a la horqueta del pollo

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