miércoles, febrero 18, 2009

Sobre ideales, idealismos, Kung Fu Panda y el monumento a Alan Turing,

Fue un placer ver Kung Fu Panda. Esperaba mucho de los creadores de la excelente Madagascar, y me quedé con más. Po se luce, sobre todo, por lo maravillable. Debe verse su ingreso a la Sala de los Héroes (una cosa así) y su encuentro con el Jarrón de los Guerreros Susurrantes.  Me gusta que Po se maraville tan fácilmente. El escepticismo es la más fácil de las posiciones. Po no tiene reparos a su fe, y no se rinde. Y termina siendo el mismo que comenzó, y esta película no sé si es una burla o (más probablemente) un homenaje a esas figuras chinas, maestros de sabiduría milenaria y qué se yo. No sé bien. Pero me sentí maravillado, como Po en la Sala esa.

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El otro día vi una foto de alguien junto a la estatua de Alan Turing en Manchester, según el título "discutiendo algunos temitas pendientes", y me dio ganas de ir y hacer lo mismo. Como mi foto con Joyce, como mi foto con Sarte, creo que mis destinos más queridos están asociados a Historia más que a Geografía. Por eso, de París, creo que me gustaron más que nada los cementerios, o Notre Dame que, bueno, Hugo y eso.

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Hablando de maravillas y idealismos: La peste. Pah. ¿Cómo decirlo? Camus la descose. No sé, creo que lo mejor es que cite un parrafito:

Poco después del sermón empezaron los calores. Estábamos a fines del mes de junio. Al día siguiente de las lluvías tardías que habían señalado el domingo del sermón, el verano estalló, de golpe, en el cielo y sobre las casas. Se levantó primero un gran viento abrasador que sopló durante veinticuatro horas y resecó las paredes. El sol se afincó. Olas ininterrumpidas de calor y de luz inundaron la ciudad a lo largo del día. Fuera de las calles de soportales y de los departamentos parecía que no había un solo punto en la ciudad que no estuviese situado en medio de la reverberación más cegadora. El sol perseguía a nustros conciudadanos por todos los rincones de las calles, y si se paraban, entonces les pegaba fuerte. Como aquellos calores coincidieron con un aumento vertical del número de vícticmas que alcanzó a cerca de setecientas por semana, una especie de abatimiento se apoderó de la ciudad. Por los barrios extremos, por las callejuelas de casas con terrazas, la animación decreció y en aquellos barrios en los que las gentes vivían siempre en las aceras, todas las puertas estaban cerradas y echadas las persianas, sin que se pudiera saber si era de la peste o del sol de lo que procueraban protegerse. De algunas casas, sin embargo, salían gemidos. Al principio cuando esto sucedía se veía a los curiosos detenerse en la calle a escuchar. Pero espués de tan continuada alarma pareció que el corazón de todos se hubiese endurecido, y todos pasaban o vivían al lado de aquellos lamentos como si fuesen el lenguaje natural de los hombres.

(Albert Camus - La peste).

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Empecé El lobo estepario. Hasta la página treinta y cuatro. No me gustó nada nada. No encontré poesía... no encontré nada. Abandoné, y esta vez no creo que se me de por volver. Ahora me compré El mito de Sísifo.

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Diego me manda bajo el subject "Un viejo amigo" este link. Kawabata deber ser el mejor escritor que conozco. Y, claro, no logro explicar bien por qué.

1 comentario:

Javier Couto dijo...

Lo que pasa es que llegaste muy tarde al Lobo estepario (unos 20 años tarde). Una pena.

Si tan sólo pudieras subir la foto con Joyce para que todos confirmáramos que tu parecido físico es prodigioso...

Gran alegría volver a leerte, lmj. Acá sigue el frío, la Fantasía en re menor de Mozart, la indiferencia y la crisis, esa gran pesadumbre que unos pocos románticos siguen llamando ciudad luz.