Y acaso, según se me ocurrió después, no estuviera haciendo aquello -la sonrisa, la indolencia, el descaro- solamente para facilitar mi odio, mi comodidad, mi regreso a la resignación; acaso buscara también paralizar mi lástima en el contiguo futuro, en la hora de la derrota que yo había profetizado o en la de la otra, definitiva, lejana, más allá del orgullo, y que ella estaba atribuyendo, como una fatalidad, a su vida.
-Vivir aquí es como si el tiempo no pasara, como si pasara sin poder tocarme, como si me tocara sin cambiarme -estaba mintiendo yo cuando llegó el ómnibus.
(Juan Carlos Onetti, Los Adioses)
domingo, octubre 03, 2010
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