miércoles, febrero 17, 2010

Qué querés, Montevideo es chica.

Chabón, qué suerte que anduviste por acá. Esta ciudad es chica, fijate, con dos chicos nomás que tengas, la recorrés en dos, ponele tres días, pero es linda. Tenés para ver el cerro (qué bonito el cerro), esa costanera que tienen ustedes, qué barbaro che. Y la playa de los pocitos, imaginate. Es como tener Mar del Plata metida ahí nomás. Ya sé, ya sé, con menos sombrillas, chabón, ustedes siempre tan celosos de sus playas, como si nosotros nos jactáramos de alguna, fijate. Para qué, si no corremos ni con ustedes ni con los brasucas y para qué vamos a hablar del norte, para qué. Si me dijeras montañas, ahí sí te corro con dos cuadras de ventaja si querés, que no me vengan con el Mont Blanc y los Apeninos, que cruzás la cordillera y se te caen las medias. Pero te decía que qué bueno el abrazo, la escupida al costado, bien de hombre, que debería ser sin lágrimas pero somos italianos y qué vamos a hacer cuando la sangre corre, corre, chabón. Vos sos gallego, pero es como si fueras. Qué cosa más eclética viniste a ser, ¿eh?

Qué bueno, chabón. Qué bueno el chiste fácil con el bondi y el "ómnibus" como dicen ustedes. Y con la punta de las carretas.

Perspectivas

A Julio Cortázar

Llegar a la tarde, a la mitad de la tarde, y empezar a sentir ese dolor en los costados de la cabeza arriba a la izquierda, arriba a la derecha. Esa apenas ligera sensación de algo que oprime hacia arriba las costillas, nada que impida nada, pero molesta. Pausa no querida. La molestia que recuerda la noche anterior, con las almohadas incómodas, los mosquitos. Recordar el despertar preocupado, justificando el sueño con aquel amigo que esta vez no me invitó al cumpleaños y por qué y claro, por qué no. Recordar el despertar que de pronto recuerda la noche anterior, la odiosa sensación de dormir incómodo, violento, triste. Y ahora ese dolor que recuerda lo que en la mañana había podido olvidar y la perspectiva de la noche, de otra vez la noche, de otra vez dormir molesto y no querer ni el despertar y un día de estos no querer la mañana. 

viernes, febrero 05, 2010

Kurenai-maru

¿Fué más o menos cuando el Kurenai-maru dejó las orillas de Yamanoshuku?

- Ésta es la caja de la Colecta Anual de Caridad. Por favor contribuya con algo para nuestras tortas de arroz de fin de año para los pobres.


Me doy vuelta al oír el grito de una dama del Ejército de Salvación y me paro en seco. Es al lado de la pequeña cabina policial de la puerta Kaminari. Es en la entrada de la Nakamise. El ginkgo justo en frente de la cabina policial, la cabina telefónica, el buzón y la caja de caridad detrás de él, y luego, a un costado, el "Espejo de la Virtud". Hay un tablero de anuncios pegado al espejo. Leo el único anuncio que hay en él:


REUNIÓN EN EL HANAKAWADO
LA TROUPE ESCARLATA


Mi cara sonriente se refleja en el Espejo de la Virtud. "Comisaría Kisakata", "Tablero de anuncios para uso público", "Subdivisión de los Veternaos de Asakusa", y otras palabras como éstas  están grabadas en rojo  en los bordes del tablero.


Me rodea el clamor de los chicos que venden calendarios.


Justo al lado del puesto policial, justo en el medio del bullicio de la Nakamise: haciendo lo que nadie espera, poniendo una noticia al aire libre, logran que la gente no sospeche en lo más mínimo. Sí, siguen intrigando. "Chicos ingeniosos", murmuro, mientras decido ir al Hanakawado.

(Yasunari Kawabata - La Pandilla de Asakusa)

Como he recomendado hacer con los museos, conviene despojar de expectativa a este libro (del que Kawabata renegó, por motivos que son bastante obvios si uno lee el resto de su obra, y que por ahí retomo en otro post) y leerlo una primera vez, luego descubrir el adecuadísimo glosario del final, y dejarlo ahí, presente, para leer cualquier capítulo al azar y disfrutar imaginando el mundo del Parque Asakusa después del terremoto de Tokio en 1923. En eso estoy