jueves, agosto 05, 2010

Como siempre, en estos momentos es cuando pierdo la línea. No, no: la línea de la referencia, la que tiembla en equilibrio, la que permite que las manos estén juntas, verticales, inmóviles y luego se alejen en un camino uniforme hacia los costados hasta el escalofrío que las detiene y la sonrisa que las bendice. Casi siempre puedo conservar esa línea. Hoy no. Es cuando escribo buscando el retorno a la certeza y no logro nada, que es nada también, porque cuando la línea se pierde ni siquiera hay dónde volver. No puedo estar mucho tiempo así, mi condición no lo permite, vuelve a tomar el control, me acaricia condescendiente la nuca, toma cada una de mis manos que ya han dejado de temblar, las acerca y las pone juntas, verticales y casi inmóviles y las aleja en un camino uniforme.

Y me alejo sonriendo, satisfecho, pero con una una sombra casi imperceptible, que no suma ni molesta, pero está.



1 comentario:

Pancho dijo...

Ja! Jon Voight era casi un gurí en el 72. Recuerdo haber visto esa peli hace bastante tiempo y lo único de ella que siempre tengo en la cabeza es ese banjo.

Ese tipo de juegos de cuerda ponen de buen humor. Gracias.