Desde el primer momento se adivina lo burdo de la cosa. Al golpe de vista se sabe de quién viene. Inmediatamente se adivina a dónde quiere llegar. Y rápidamente se concluye lo imbécil del intento.
Cuando quieren propagarlo, es peor. La risa irónica de los caminantes al verlos repetir y repetirse los vuelve (a los caminantes) más fuertes, más autocomplacientes, más seguros. Y entonces intentan explicarlo y todos saben que no, que no es por eso, que es por lo otro, y hasta los propios se sonrojan por el insulto. Pero siguen, invariables, torpes, orgullosos, miopes, buscando la vez ciento para que se produzca el milagro de la mentira en verdad. Y uno finalmente reacciona, primero se enoja y finalmente, aliviado, se burla. Y les agradece le recuerden de qué lado de la mecha se encuentra. Y pide: para ellos, nada. A veces los términos medios hacen mal.
Basta de eufemismos, digamosló claro: esa banderita uruguaya en los autos es una sublime pelotudez.
martes, noviembre 10, 2009
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