Este post lo tenía como borrador desde junio del 2006, y me había olvidado. Ahí va.
"Y déjenme decirles una última cosa, caballeros. Compadezco a los hombres cómodos, resignados y razonables que nunca leyeron libros que estremecieran su corazón. Compadezco a quienes nunca se dejaron seducir y arrastrar por una moneda de oro, una mujer hermosa, un amigo fiel, una aventura descubierta en un libro. Compadezco a los que nunca dormirán la paz eterna con todos los piratas, junto a la tumba donde se pudran ellos y sus sueños..."
El doblón del capitán Ahab (Arturo Pérez-Reverte)
Lo encontré en un blog. Y en los próximos diez minutos recuerdo historias de piratas, aventuras o similares, que hoy descubro son el núcleo de mi literatura (hablando de lo leído, que no de lo escrito). El primero, cuando tenía 8 años: 20.000 leguas de viaje submarino: puedo recordar cada emoción con el Nautilus, con el capitán Arnoux (que era yo mismo) y, claro, con el Capitán. Después volví a encontrarlo (a Nemo y a su nave) en La Isla Misteriosa, que debe ser la mejor de todas las novelas de Verne. Recuerdo desde ahí la búsqueda de la quinina. Sandokán y las demás cosas de Salgari me parecían ya entonces mucho inferiores, hasta aburridas. La isla del tesoro, bastante bien. Los tres mosqueteros, Papillon.. En medio, todas las de Verne, la fabulosa Miguel Strogoff, La vuelta al mundo en 80 días, El castillo de los cárpatos...
Después vendrían las novelas de Agatha Christie, pero eso es otra historia, mon ami
viernes, enero 18, 2008
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2 comentarios:
Típico de Pérez-Reverte.
En mi caso, Verne es La caza del meteoro y El secreto de Wilhelm Storitz. (Si me apuran digo El excecrable secreto del Wilhelm Storitz, siempre.)
El primero fue inspiración para un temprano ensayo de novela (en el estilo descrito por Sartre, a quien, dicho sea de paso agradezco la dedicatoria de la primera página de Las palabras; dudé bastante si debía agradecerle; pero al final concluí que siempre es bueno quedar bien con los escritores franceses. Nunca se sabe cuando puede uno llegar a pedirles cobijo.)
El segundo me fue mi primer viaje, a temprana edad por el mundo magiar de Europa oriental. Increíble.
Mi primo (entonces novio de mi prima) los iba a vender a Tristán Narvaja, yo lo acompañé en una abarrotada parte de atrás de fitito, y me los gané).
Excelentes.
Agatha la tiene clara.
Pero Chesterton...
Creo que justo Chesterton fue el salto, el eslabón perdido, entre la literatura de entretenimiento y la literatura de verdad (hay diferencias, sí).
Tengo que leer de nuevo "El hombre que fue jueves".
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