Vale la pena conocer a Horne Fisher tanto o más que al Padre Brown. La traducción no es la mejor, supongo, pero igual se disfruta, creo.
Era un hombre alto, rubio, demacrado y un tanto lánguido, de párpados pesados y nariz aguileña.
...
"¿Ha reflexionado ustede nunca sobre lo que representa el ser un hombre que no existe? Quiero decir,ser un hombre con una personalidad ficticia, que debe sostener a expensas no solamente de sus virtudes personales, sino de sus placeres, y sobre todo, de sus aptitudes personales. Ser una nueva especie de hipócrita, escondiendo una habilidad en una especie de servilleta. Este hombre había escogido muy cuidadosamente su hipocresía; era realmente una falsedad nueva. Más de un bellaco sutil se ha disfrazado de valiente caballero, de digno negociante, de filántropo y de santo; pero los cuadros chillones de un ridículo ganapán eran realmente un disfraz bastante nuevo. Pero el disfraz tenía que ser muy molesto para un hombre que realmente sabía hacer montones de cosas; no solamente disparar, sino dibujar y pintar y, probablemente, tocar el violín. Ahora bien, un hombre así puede encontrar útil el ocultar sus habilidades; pero no puede evitar el desear hacer uso de ellas donde no sirvan para nada. Si sabe dibujar, dibujará distraídamente sobre el papel secante. Yo sospecho que este bribón ha dibujado muchas veces la cara del pobre Puggy en un papel secante. Probablemente, empezó haciéndolo con borrones, como más tarde lo hizo con puntos, o mejor dicho, a tiros. Del mismo modo encontró un blanco en un rincón solitario y no pudo resistir la tentación de ejercitarse en secreto, como el que se emborracha. A usted le parecieron los tiros distribuidos de una manera irregular; y en verdad lo eran; pero no accidentales. No había dos distancias iguales; pero los distintos tiros estaban donde él se había propuesto ponerlos. Nada necesita una precisión tan matemática como una tosca caricatura. Yo mismo he chapuceado un poco en dibujo y puedo asegurarle que poner un punto donde usted quiera es ya toda una maravilla cuando se hace con una pluma que está casi tocando el papel. Hacerlo a través de un jardín con una escopeta es un milagro. Un hombre que sabe hacer estos milagros siempre siente el prurito de hacerlos, aunque sea a escondidas."
lunes, diciembre 26, 2005
martes, diciembre 20, 2005
En busca de Klingsor.
Juan Martín me prestó este libro (que después me enteré que fue bastante best-seller hace un par de años) de un señor Jorge Volpi. Muy pero muy bueno. Y si uno es medio nerd, seguro que lo disfruta dos o tres veces más. El tipo se mete con la teoría de juegos, con el principio de incertidumbre, con el teorema de la incompletitud de Gödel, arma los personajes con los nobel de las primeras décadas... y sale bien parado. Como un nombre de la rosa más moderno. Encima escribe muy bien, usa pocos adjetivos. Bien de bien. Este librito me hizo pensar en una lista de "libros deductivos", y por eso me puse a releer "El hombre que sabía demasiado" de G.K.Chesterton. Por tercera vez.
miércoles, diciembre 14, 2005
on the road
no lo conseguí en inglés, y las traducciones de anagrama son, por lo general, horripilosas... pero "como dicen los chicos", "es lo que hay valor-a" :-&
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Corrían calle abajo juntos, entendiéndolo todo del modo en que lo hacían aquellos primeros días, y que más tarde sería más triste y perceptivo y tenue. Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciéndolo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un "¡aaah!".
--
Me dormiría y lo olvidaría todo; tenía mi propia vida, mi propia y triste y miserable vida de siempre. En el cuarto de baño había un silencio de muerte. Me desnudé y me metí en la cama.
Terry salió con los ojos llenos de lágrimas. En su sencilla y curiosa cabecita se dijo que un chulo jamás tira los zapatos de una mujer contra la puerta ni le dice que se vaya. Se desnudó con un dulce y reverendo silencio y deslizó su menudo cuerpo entre las sábanas junto al mío. Era morena como las uvas. Vi la cicatriz de una cesárea en su pobre vientre; sus caderas eran tan estrechas que no pudo tener a su hijo sin que la abrieran. Sus pieran eran como palitos. Sólo medía un metro cuarenta y cinco centímetros. Hicimos el amor en la dulzura de la perezosa mañana. Después, como dos ángeles cansados, colgados y olvidados en un rincón de L.A., habiendo encontrado juntos la cosa más íntima y deliciosa de la vida, nos quedamos dormidos hasta la caída de la tarde.
--
(...), aparte Lucille nunca me comprendía porque me gustan demasiadas cosas y me confundo y desconcierto corriendo detrás de una estrella fugaz tras otra hasta que me hundo. Así es la noche, y eso produce. No puedo ofrecer más que mi propia confusión.
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Corrían calle abajo juntos, entendiéndolo todo del modo en que lo hacían aquellos primeros días, y que más tarde sería más triste y perceptivo y tenue. Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciéndolo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un "¡aaah!".
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Me dormiría y lo olvidaría todo; tenía mi propia vida, mi propia y triste y miserable vida de siempre. En el cuarto de baño había un silencio de muerte. Me desnudé y me metí en la cama.
Terry salió con los ojos llenos de lágrimas. En su sencilla y curiosa cabecita se dijo que un chulo jamás tira los zapatos de una mujer contra la puerta ni le dice que se vaya. Se desnudó con un dulce y reverendo silencio y deslizó su menudo cuerpo entre las sábanas junto al mío. Era morena como las uvas. Vi la cicatriz de una cesárea en su pobre vientre; sus caderas eran tan estrechas que no pudo tener a su hijo sin que la abrieran. Sus pieran eran como palitos. Sólo medía un metro cuarenta y cinco centímetros. Hicimos el amor en la dulzura de la perezosa mañana. Después, como dos ángeles cansados, colgados y olvidados en un rincón de L.A., habiendo encontrado juntos la cosa más íntima y deliciosa de la vida, nos quedamos dormidos hasta la caída de la tarde.
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(...), aparte Lucille nunca me comprendía porque me gustan demasiadas cosas y me confundo y desconcierto corriendo detrás de una estrella fugaz tras otra hasta que me hundo. Así es la noche, y eso produce. No puedo ofrecer más que mi propia confusión.
lunes, diciembre 12, 2005
Huevos fritos
Huevos fritos: "Pero si creen que la cosa queda aquí se equivocan. Hasta Ferrán Adrià se ha ocupado del tema. En el libro 70 recetas muy personales (Junta de Andalucía), el maestro mundial da la receta de 'El huevo frito soñado'. Vean:
Ingredientes: 2 huevos, aceite de oliva, sal.
Preparación:
* 'A uno de los huevos le quito la yema y frío sólo la clara en una sartén con le suficiente aceite de oliva como para que no toque el fondo y se pegue. La dejo que fría bien hasta que queden puntillitas'
* 'La pongo sobre un plato y ahora hago lo contrario con el otro huevo: le quito la clara y frío sólo la yema, pero muy poquito, sólo lo justo para que coja color'.
* 'Esta yema la coloco sobre la clara anterior y así consigo el huevo frito soñado por muchos'
Sólo en un laboratorio puede llegar a precisarse una fritura tan perfecta tanto de la yema como de la clara. Gracias Ferrán."
[via el suplemento pan y rosas de brecha]
Ingredientes: 2 huevos, aceite de oliva, sal.
Preparación:
* 'A uno de los huevos le quito la yema y frío sólo la clara en una sartén con le suficiente aceite de oliva como para que no toque el fondo y se pegue. La dejo que fría bien hasta que queden puntillitas'
* 'La pongo sobre un plato y ahora hago lo contrario con el otro huevo: le quito la clara y frío sólo la yema, pero muy poquito, sólo lo justo para que coja color'.
* 'Esta yema la coloco sobre la clara anterior y así consigo el huevo frito soñado por muchos'
Sólo en un laboratorio puede llegar a precisarse una fritura tan perfecta tanto de la yema como de la clara. Gracias Ferrán."
[via el suplemento pan y rosas de brecha]
El diablo y dios - Sartre
Pasé por "El diablo y dios" y "Muertos sin sepulturas", dos obras de teatro del fenómeno este. La segunda es mejor que la primera, para mi humilde gusto, pero el diálogo este me dejó pensando un rato laaargo (dura hasta ahora).
LA MUJER (viendo al cura). - ¡Cura! ¡Cura! (El cura se escapa. Ella grita.) ¿Adónde va tan de prisa?
HEINRICH (deteniéndose) - ¡Ya no tengo nada! ¡Nada! Lo he dado todo.
LA MUJER - Ésa no es una razón para que huyas cuando se te llama.
HEINRICH (regresando hacia ella con fatiga) - ¿Tienes hambre?
LA MUJER - No.
HEINRICH - ¿Qué pides, entonces?
LA MUJER - Quiero que me expliques...
HEINRICH (vivamente) - Nada puedo explicar.
LA MUJER - Ni siquiera sabes de qué hablo.
HEINRICH - Está bien. Habla. ¡Pronto! ¿Qué es lo que quieres que te explique?
LA MUJER - ¿Por qué murió el niño?
HEINRICH - ¿Qué niño?
LA MUJER (riendo un poco) - El mío. Vamos, cura, lo enterraste ayer: tenía tres años y murió de hambre.
HEINRICH - Estoy fatigado, hermana, y ya no te reconozco. Os veo a todas el mismo rostro con los mismos ojos.
LA MUJER - Y sin embargo, eres cura.
HEINRICH - Sí, lo soy.
LA MUJER - ¿Quién, si no tú, me lo explicará? (Pausa) Si ahora me dejase morir yo, ¿obraría mal?
HEINRICH (con fuerza) - ¡Sí, muy mal!
LA MUJER - Eso pensaba. Y, no obstante, tengo muchas ganas. ya ves que tienes que explicarme.
(Hay un silencio. HEINRICH se pasa la mano por la frente y hace un violento esfuerzo).
HEINRICH - Nada sucede sin la venia de Dios y Dios es la bondad misma. De manera que cuando acontece, es lo mejor
LA MUJER - No comprendo.
HEINRICH - Dios sabe muchas cosas más que tú; lo que a tí te parece un mal es un bien a sus ojos, porque él pesa todas las consecuencias.
LA MUJER - ¿Y tú puedes entender eso?
HEINRICH - ¡No! ¡No! ¡No comprendo nada! ¡No puedo ni quiero comprender! ¡Es preciso creer! ¡Creer! ¡Creer!
LA MUJER (con una risita) - Dices que debes creer y no pareces creer siquiera en lo que dices
HEINRICH - Lo que digo, hermana, lo he repetido tantas veces desde hace tres meses que ya no sé si lo digo por convicción o por hábito. Pero no te engañes, creo en ello. Creo con todas mis fuerzas y con todo mi corazón. Tú eres testigo, Dios mío, de que ni siquiera por un momentoj ha rozado la duda mi corazónl. (Pausa). Mujer, tu hijo está en el cielo y allí volverás a encontrarlo. (HEINRICH se arrodilla).
LA MUJER - Sin duda, cura. Pero el cielo es otra cosa. Y, además, estoy tan fatigada que ya no encontraré fuerzas para regocijarme. Ni siquiera allá arriba.
HEINRICH - Perdóname, hermana.
LA MUJER - ¿De qué habría de perdonarte, cura? Nada me has hecho.
HEINRICH - Perdóname. Perdona en mí a todos los sacerdotes, tanto a los ricos como a los pobres.
LA MUJER (divertida) - Te perdono de todo corazón. ¿Estás contento ahora?
HEINRICH - Sí. Y ahora, hermana, vamos a rezar juntos; pidamos a Dios que nos devuelva la esperanza.
(Durante las últimas replicas, NASTY baja lentamente la escalera de la muralla).
LA MUJER (viendo a NASTY se interrumpe alegremente) - ¡Nasty! ¡Nasty!
NASTY - ¿Qué me quieres?
LA MUJER - Panadero, mi hijo murió. Tú que lo sabes todo, debes saber por qué.
NASTY - Sí, lo sé.
HEINRICH - Nasty, te lo suplico, ¡cállate! ¡Desventurados los que escandalizan!
NASTY - Murió porque los ricos burgueses de nuestra ciudad se han rebelado contra el arzobispo, su riquísimo señor. Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren.
LA MUJER - ¿Y Dios les permitió hacer esa guerra?
NASTY - Dios se lo había prohibido.
LA MUJER -Éste dice que nada sucede sin su permiso.
NASTY - Nada, a excepción del mal que nace de la perversión de los hombres.
HEINRICH - Mientes, panadero; mezclas lo verdadero a lo falso para engañar a las almas
NASTY ¿Sostendrías tú, acaso, que Dios permite esos duelos y sufrimientos inútiles? Yo digo que es inocente de todos ellos (HEINRICH se calla.)
LA MUJER - ¿Entonces, Dios no quería que mi hijo muriera?
NASTY - Si lo hubiera querido, ¿lo habría hecho nacer?
LA MUJER (aliviada) - Prefiero esto. (Al cura). ¿Ves cómo esto lo comprendo? ¿Entonces, el buen Dios se entristece cuando ve que yo sufro?
NASTY - Se entristece hasta la muerte.
LA MUJER - ¿Y nada puede hacer por mí?
NASTY - Sí. Claro que sí. Te devolverá a tu hijo.
LA MUJER (decepcionada) - Sí, ya lo sé: en el cielo.
NASTY - En el cielo no. Aquí en la tierra.
LA MUJER (atónita) - ¿En la tierra?
NASTY - ¡Será preciso pasar primero por el ojo de una aguja y soportar siete años de desventura, y luego comenzará el reino de Dios sobre la tierra; nuestros muertos nos serán devueltos, todo el mundo amará a todo el mundo y nadie tendrá hambre ya!
LA MUJER - ¿Por qué tendremos que esperar siete años?
NASTY - Porque se necesitan siete años para librarnos de los malos.
LA MUJER - Mucho habrá que trabajar para lograrlo.
NASTY - Por eso necesita el Señor tu ayuda.
LA MUJER - ¿El Señor Todopoderoso necesita mi ayuda?
NASTY - Sí, hermana. Durante siete años reinará todavía el Maligno sobre la tierra; pero si cada uno de nosotros pelea valerosamente, nos salvaremos todos y Dios con nosotros. ¿Me crees?
LA MUJER (levantándose) - Sí, Nasty, te creo.
NASTY - Tu hijo no está en el cielo, mujer, sino en tu vientre. Durante siete años lo llevarás contigo y al cabo de ese tiempo marchará a tu lado, pondrá su mano en la tuya y lo habrás parido por segunda vez.
LA MUJER - Te creo, Nasty, te creo.
(Sale)
HEINRICH - ¡La estás perdiendo!
NASTY - Si tan seguro estás, ¿por qué no me interrumpiste?
HEINRICH - ¡Ay! Porque parecía menos desgraciada. (NASTY se encoge de hombros y sale.). Señor, no tuve valor para callarlo: he pecado. Pero creo, Dios mío, creo en tu omnipotencia, en tu Santa Iglesia, mi madre, cuerpo sagrado de Jesús, del que soy miembro; creo que todo sucede por decreto tuyo, aun la muerte de un niño, y que todo es bueno. ¡Lo creo porque es absurdo! ¡Absurdo! ¡Absurdo!
LA MUJER (viendo al cura). - ¡Cura! ¡Cura! (El cura se escapa. Ella grita.) ¿Adónde va tan de prisa?
HEINRICH (deteniéndose) - ¡Ya no tengo nada! ¡Nada! Lo he dado todo.
LA MUJER - Ésa no es una razón para que huyas cuando se te llama.
HEINRICH (regresando hacia ella con fatiga) - ¿Tienes hambre?
LA MUJER - No.
HEINRICH - ¿Qué pides, entonces?
LA MUJER - Quiero que me expliques...
HEINRICH (vivamente) - Nada puedo explicar.
LA MUJER - Ni siquiera sabes de qué hablo.
HEINRICH - Está bien. Habla. ¡Pronto! ¿Qué es lo que quieres que te explique?
LA MUJER - ¿Por qué murió el niño?
HEINRICH - ¿Qué niño?
LA MUJER (riendo un poco) - El mío. Vamos, cura, lo enterraste ayer: tenía tres años y murió de hambre.
HEINRICH - Estoy fatigado, hermana, y ya no te reconozco. Os veo a todas el mismo rostro con los mismos ojos.
LA MUJER - Y sin embargo, eres cura.
HEINRICH - Sí, lo soy.
LA MUJER - ¿Quién, si no tú, me lo explicará? (Pausa) Si ahora me dejase morir yo, ¿obraría mal?
HEINRICH (con fuerza) - ¡Sí, muy mal!
LA MUJER - Eso pensaba. Y, no obstante, tengo muchas ganas. ya ves que tienes que explicarme.
(Hay un silencio. HEINRICH se pasa la mano por la frente y hace un violento esfuerzo).
HEINRICH - Nada sucede sin la venia de Dios y Dios es la bondad misma. De manera que cuando acontece, es lo mejor
LA MUJER - No comprendo.
HEINRICH - Dios sabe muchas cosas más que tú; lo que a tí te parece un mal es un bien a sus ojos, porque él pesa todas las consecuencias.
LA MUJER - ¿Y tú puedes entender eso?
HEINRICH - ¡No! ¡No! ¡No comprendo nada! ¡No puedo ni quiero comprender! ¡Es preciso creer! ¡Creer! ¡Creer!
LA MUJER (con una risita) - Dices que debes creer y no pareces creer siquiera en lo que dices
HEINRICH - Lo que digo, hermana, lo he repetido tantas veces desde hace tres meses que ya no sé si lo digo por convicción o por hábito. Pero no te engañes, creo en ello. Creo con todas mis fuerzas y con todo mi corazón. Tú eres testigo, Dios mío, de que ni siquiera por un momentoj ha rozado la duda mi corazónl. (Pausa). Mujer, tu hijo está en el cielo y allí volverás a encontrarlo. (HEINRICH se arrodilla).
LA MUJER - Sin duda, cura. Pero el cielo es otra cosa. Y, además, estoy tan fatigada que ya no encontraré fuerzas para regocijarme. Ni siquiera allá arriba.
HEINRICH - Perdóname, hermana.
LA MUJER - ¿De qué habría de perdonarte, cura? Nada me has hecho.
HEINRICH - Perdóname. Perdona en mí a todos los sacerdotes, tanto a los ricos como a los pobres.
LA MUJER (divertida) - Te perdono de todo corazón. ¿Estás contento ahora?
HEINRICH - Sí. Y ahora, hermana, vamos a rezar juntos; pidamos a Dios que nos devuelva la esperanza.
(Durante las últimas replicas, NASTY baja lentamente la escalera de la muralla).
LA MUJER (viendo a NASTY se interrumpe alegremente) - ¡Nasty! ¡Nasty!
NASTY - ¿Qué me quieres?
LA MUJER - Panadero, mi hijo murió. Tú que lo sabes todo, debes saber por qué.
NASTY - Sí, lo sé.
HEINRICH - Nasty, te lo suplico, ¡cállate! ¡Desventurados los que escandalizan!
NASTY - Murió porque los ricos burgueses de nuestra ciudad se han rebelado contra el arzobispo, su riquísimo señor. Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren.
LA MUJER - ¿Y Dios les permitió hacer esa guerra?
NASTY - Dios se lo había prohibido.
LA MUJER -Éste dice que nada sucede sin su permiso.
NASTY - Nada, a excepción del mal que nace de la perversión de los hombres.
HEINRICH - Mientes, panadero; mezclas lo verdadero a lo falso para engañar a las almas
NASTY ¿Sostendrías tú, acaso, que Dios permite esos duelos y sufrimientos inútiles? Yo digo que es inocente de todos ellos (HEINRICH se calla.)
LA MUJER - ¿Entonces, Dios no quería que mi hijo muriera?
NASTY - Si lo hubiera querido, ¿lo habría hecho nacer?
LA MUJER (aliviada) - Prefiero esto. (Al cura). ¿Ves cómo esto lo comprendo? ¿Entonces, el buen Dios se entristece cuando ve que yo sufro?
NASTY - Se entristece hasta la muerte.
LA MUJER - ¿Y nada puede hacer por mí?
NASTY - Sí. Claro que sí. Te devolverá a tu hijo.
LA MUJER (decepcionada) - Sí, ya lo sé: en el cielo.
NASTY - En el cielo no. Aquí en la tierra.
LA MUJER (atónita) - ¿En la tierra?
NASTY - ¡Será preciso pasar primero por el ojo de una aguja y soportar siete años de desventura, y luego comenzará el reino de Dios sobre la tierra; nuestros muertos nos serán devueltos, todo el mundo amará a todo el mundo y nadie tendrá hambre ya!
LA MUJER - ¿Por qué tendremos que esperar siete años?
NASTY - Porque se necesitan siete años para librarnos de los malos.
LA MUJER - Mucho habrá que trabajar para lograrlo.
NASTY - Por eso necesita el Señor tu ayuda.
LA MUJER - ¿El Señor Todopoderoso necesita mi ayuda?
NASTY - Sí, hermana. Durante siete años reinará todavía el Maligno sobre la tierra; pero si cada uno de nosotros pelea valerosamente, nos salvaremos todos y Dios con nosotros. ¿Me crees?
LA MUJER (levantándose) - Sí, Nasty, te creo.
NASTY - Tu hijo no está en el cielo, mujer, sino en tu vientre. Durante siete años lo llevarás contigo y al cabo de ese tiempo marchará a tu lado, pondrá su mano en la tuya y lo habrás parido por segunda vez.
LA MUJER - Te creo, Nasty, te creo.
(Sale)
HEINRICH - ¡La estás perdiendo!
NASTY - Si tan seguro estás, ¿por qué no me interrumpiste?
HEINRICH - ¡Ay! Porque parecía menos desgraciada. (NASTY se encoge de hombros y sale.). Señor, no tuve valor para callarlo: he pecado. Pero creo, Dios mío, creo en tu omnipotencia, en tu Santa Iglesia, mi madre, cuerpo sagrado de Jesús, del que soy miembro; creo que todo sucede por decreto tuyo, aun la muerte de un niño, y que todo es bueno. ¡Lo creo porque es absurdo! ¡Absurdo! ¡Absurdo!
lunes, noviembre 21, 2005
Futbol Poesía
Volvió a emigrar cuando su hijo Paolo se fue a Italia.
Sí, estuve con él en Bergamo. Estuve sin venir como dos años y medio. Pesaba cien kilos, me pasaba haciendo de comer, no salía, y además tomaba. Después vine, estuve un mes y me fui otra vez, un año y medio más. Me quedaba mucho solo, acompañaba a Paolo, iba a ver los partidos, lo esperaba de madrugada cuando venía. Era muy problemático Bergamo, le querían pegar a Paolo. Yo me peleé dos veces. Paolo se fue con dieciocho años y seis meses, y jugaba como en Peñarol, salía jugando. Hizo dos o tres jugadas de esas, se la pelaron y le clavaron el gol. ¡Para qué! Toda la gente: ¡uuuuu! Además lo echaban mucho. Pero yo hablé con los capos de la pesada del Atalanta, fui a los boliches de ellos. Agarré el coche y me fui solo. Los locos, cuando me vieron, quedaron duros. Les dije que no lo tocaran, que cualquiera que lo tocara iba a tener problema conmigo. Había uno que era así (pone las manos medio metro sobre su cabeza). Si lastiman a Paolo vengo por vos , le dije. Después me decían que era loco.
De una entrevista al Mudo Montero Castillo.
Sí, estuve con él en Bergamo. Estuve sin venir como dos años y medio. Pesaba cien kilos, me pasaba haciendo de comer, no salía, y además tomaba. Después vine, estuve un mes y me fui otra vez, un año y medio más. Me quedaba mucho solo, acompañaba a Paolo, iba a ver los partidos, lo esperaba de madrugada cuando venía. Era muy problemático Bergamo, le querían pegar a Paolo. Yo me peleé dos veces. Paolo se fue con dieciocho años y seis meses, y jugaba como en Peñarol, salía jugando. Hizo dos o tres jugadas de esas, se la pelaron y le clavaron el gol. ¡Para qué! Toda la gente: ¡uuuuu! Además lo echaban mucho. Pero yo hablé con los capos de la pesada del Atalanta, fui a los boliches de ellos. Agarré el coche y me fui solo. Los locos, cuando me vieron, quedaron duros. Les dije que no lo tocaran, que cualquiera que lo tocara iba a tener problema conmigo. Había uno que era así (pone las manos medio metro sobre su cabeza). Si lastiman a Paolo vengo por vos , le dije. Después me decían que era loco.
De una entrevista al Mudo Montero Castillo.
martes, noviembre 15, 2005
Fresán por tres
La magia secreta de un libro ajeno ---un libro no escrito por alguien que no somos nosotros y que, incluso, es un libro que ni siquiera nos pertenece--- reside en que uno, como ciertos animales peligrosos que sin embargo se domestican fácilmente (no a partir de la fuerza, eso que nos une a todos y nos iguala, sino de la inteligencia, aquello que nos separa en tribus irreconciliables y que nos hace temblar de felicidad ante el encuentro con un par), tiene algo que ganar leyendo. La prueba de esto es que las infancias con libros se recuerdan siempre como más felices que las infancias sin libros: uno puede haber tenido una niñez terrible, pero si leyó a la luz de grandes libros durante su oscuridad, a la hora de hacer memoria, se puede optar por el consuelo de recordar la alegría de las ficciones y no las tristezas de una realidad mal escrita.
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La memoria es el playback de nuestra vida y, en ocasiones, nosotros no hacemos otra cosa que mover los labios sin emitir sonido alguno, porque es nuestra memoria la que canta a través de nosotros. A lo sumo, en contadas ocasiones, cantamos un poco, desafinamos; pero la memoria nos ayuda poniendo a girar la música de nuestro pasado, nuestros Greatest Hits cada tanto remasterizados, cada tanto incorporando un bonus-track, versiones alternativas de la misma canción de siempre. Hay un momento imperceptible pero terrible y trascendente en que, pienso, finalmente estamos llenos de pasado, de memoria, por lo que nuestro presente y lo que nos queda del futuro no es más que un constante actuar ---cantar--- de acuerdo con lo que nos ordena y nos sugiere todo aquello que tuvo lugar hace tiempo. De ahí que los ancianos suelan recordar sucesos remotos con mayor facilidad que aquello que hicieron hace unas horas. El ayer es el refugio y ya no hay nada nuevo que pueda ocurrirnos, porque todo lo que nos puede llegar a suceder tiene su rumbo ya prefijado en un mapa viejo de la isla electrojaponesa de Karaoke.
---
(...) tienen finales muy felices o finales muy tristes según del lado en que uno quiera ponerse o, mejor dicho, según del lado en que uno ya está por más que no se haya dado cuenta de cuándo fue que lo eligió, por más que nunca le hayan explicado que esa elección era para siempre.
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La memoria es el playback de nuestra vida y, en ocasiones, nosotros no hacemos otra cosa que mover los labios sin emitir sonido alguno, porque es nuestra memoria la que canta a través de nosotros. A lo sumo, en contadas ocasiones, cantamos un poco, desafinamos; pero la memoria nos ayuda poniendo a girar la música de nuestro pasado, nuestros Greatest Hits cada tanto remasterizados, cada tanto incorporando un bonus-track, versiones alternativas de la misma canción de siempre. Hay un momento imperceptible pero terrible y trascendente en que, pienso, finalmente estamos llenos de pasado, de memoria, por lo que nuestro presente y lo que nos queda del futuro no es más que un constante actuar ---cantar--- de acuerdo con lo que nos ordena y nos sugiere todo aquello que tuvo lugar hace tiempo. De ahí que los ancianos suelan recordar sucesos remotos con mayor facilidad que aquello que hicieron hace unas horas. El ayer es el refugio y ya no hay nada nuevo que pueda ocurrirnos, porque todo lo que nos puede llegar a suceder tiene su rumbo ya prefijado en un mapa viejo de la isla electrojaponesa de Karaoke.
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(...) tienen finales muy felices o finales muy tristes según del lado en que uno quiera ponerse o, mejor dicho, según del lado en que uno ya está por más que no se haya dado cuenta de cuándo fue que lo eligió, por más que nunca le hayan explicado que esa elección era para siempre.
martes, noviembre 08, 2005
Pequeña Orquesta Reincidentes.
Últimamente escucho y escucho y escucho los pocos temas que tengo de Pequeña Orquesta Reincidentes. Música y letra. Los estoy poniendo en el mismo cajón que a Fernando Cabrera. No es poca cosa.
Enero, flor del Paraná
Febrero, flor de enredadera
Marzo, playas del otro lado
Abril, dormir, pegado, salado
Mayo, aburrirse en un umbral
Junio, borracho de promesas
Julio, soñar sin dios ni patrón
y que al fin me quieras.
Enero, flor del Paraná
Febrero, flor de enredadera
Marzo, playas del otro lado
Abril, dormir, pegado, salado
Mayo, aburrirse en un umbral
Junio, borracho de promesas
Julio, soñar sin dios ni patrón
y que al fin me quieras.
jueves, noviembre 03, 2005
amistad :-]
She said it was wicked to say what I said; said she wouldn't say it for the whole world; she was going to live so as to go to the good place. Well, I couldn't see no advantage in going where she was going, so I made up my mind I wouldn't try for it. But I never said so, because it would only make trouble, and wouldn't do no good.
Now she had got a start, and she went on and told me all about the good place. She said all a body would have to do there was to go around all day long with a harp and sing, forever and ever. So I didn't think much of it. But I never said so. I asked her if she reckoned Tom Sawyer would go there, and she said not by a considerable sight. I was glad about that, because I wanted him and me to be together.
Now she had got a start, and she went on and told me all about the good place. She said all a body would have to do there was to go around all day long with a harp and sing, forever and ever. So I didn't think much of it. But I never said so. I asked her if she reckoned Tom Sawyer would go there, and she said not by a considerable sight. I was glad about that, because I wanted him and me to be together.
lunes, octubre 31, 2005
Un par de citas de Nabokov
Nada más molesto e injusto para con el autor que empezar a leer, supongamos, Madame Bovary, con la idea preconcebida de que es una denuncia de la burguesía. Debemos tener siempre presente que la obra de arte es, invariablemente, la creación de un mundo nuevo, de manera que la primera tarea consiste en estudiar ese mundo nuevo con la mayor atención, abordándolo como algo absolutamente desconocido, sin conexión evidente con los mundos que ya conocemos. (Lecciones de Literatura)
No soy lector ni autor de novelas didácticas, y a pesar de la afirmación de John Ray, Lolita no tiene lastre moralizante. Para mí, una obra de ficción sólo existe en la medida en que me proporciona lo que llamaré lisa y llanamente placer estético, es decir, la sensación de que es algo, en algún lugar, relacionado con otros estados de ser en que el arte (curiosidad, ternura, bondad, éxtasis) es la norma. Todo lo demás es hojarasca temática o lo que algunos llaman la "literatura de ideas" (...)(Sobre un libro llamado Lolita)
No soy lector ni autor de novelas didácticas, y a pesar de la afirmación de John Ray, Lolita no tiene lastre moralizante. Para mí, una obra de ficción sólo existe en la medida en que me proporciona lo que llamaré lisa y llanamente placer estético, es decir, la sensación de que es algo, en algún lugar, relacionado con otros estados de ser en que el arte (curiosidad, ternura, bondad, éxtasis) es la norma. Todo lo demás es hojarasca temática o lo que algunos llaman la "literatura de ideas" (...)(Sobre un libro llamado Lolita)
viernes, octubre 28, 2005
Iónich - Anton Chejov
Se me cruzaron unos cuentos de Chéjov. Pah!. Prueben con éste, o con La Tristeza. Cualquiera. Vale la pena.
Iónich - Anton Chejov - Ciudad Seva: "Reinaba un mundo de silencio; desde el cielo miraban resignadas las estrellas, y los pasos de Stártsev sonaban rudos y desatinados. Sólo cuando en la iglesia sonaron las horas y él se imaginó muerto, enterrado aquí por los siglos de los siglos, sólo entonces le pareció que alguien lo observaba; pensó por un instante que esto no era paz, ni silencio, sino la muda angustia del no existir..."
Iónich - Anton Chejov - Ciudad Seva: "Reinaba un mundo de silencio; desde el cielo miraban resignadas las estrellas, y los pasos de Stártsev sonaban rudos y desatinados. Sólo cuando en la iglesia sonaron las horas y él se imaginó muerto, enterrado aquí por los siglos de los siglos, sólo entonces le pareció que alguien lo observaba; pensó por un instante que esto no era paz, ni silencio, sino la muda angustia del no existir..."
jueves, octubre 27, 2005
Progreso y Retroceso
Esto no lo puse ya? Igual, no importa.
Inventaron un cristal que dejaba pasar las moscas. La mosca venía empujaba un poco con la cabeza y, pop, ya estaba del otro lado. Alegría enormísima de la mosca.
Todo lo arruinó un sabio húngaro al descubrir que la mosca podía entrar pero no salir, o viceversa a causa de no se sabe que macana en la flexibilidad de las fibras de este cristal, que era muy fibroso. En seguida inventaron el cazamoscas con un terrón de azúcar dentro, y muchas moscas morían desesperadas. Así acabó toda posible confraternidad con estos animales dignos de mejor suerte.
Inventaron un cristal que dejaba pasar las moscas. La mosca venía empujaba un poco con la cabeza y, pop, ya estaba del otro lado. Alegría enormísima de la mosca.
Todo lo arruinó un sabio húngaro al descubrir que la mosca podía entrar pero no salir, o viceversa a causa de no se sabe que macana en la flexibilidad de las fibras de este cristal, que era muy fibroso. En seguida inventaron el cazamoscas con un terrón de azúcar dentro, y muchas moscas morían desesperadas. Así acabó toda posible confraternidad con estos animales dignos de mejor suerte.
miércoles, octubre 26, 2005
The Merchant of Venice - William Shakespeare
The Merchant of Venice - William Shakespeare - Free Online Library: "There are a sort of men whose visages
Do cream and mantle like a standing pond,
And do a wilful stillness entertain,
With purpose to be dress'd in an opinion
Of wisdom, gravity, profound conceit;
As who should say 'I am Sir Oracle,
And when I ope my lips let no dog bark.'
O my Antonio, I do know of these
That therefore only are reputed wise
For saying nothing; when, I am very sure,
If they should speak, would almost damn those ears
Which, hearing them, would call their brothers fools."
Do cream and mantle like a standing pond,
And do a wilful stillness entertain,
With purpose to be dress'd in an opinion
Of wisdom, gravity, profound conceit;
As who should say 'I am Sir Oracle,
And when I ope my lips let no dog bark.'
O my Antonio, I do know of these
That therefore only are reputed wise
For saying nothing; when, I am very sure,
If they should speak, would almost damn those ears
Which, hearing them, would call their brothers fools."
martes, octubre 25, 2005
Pedro Páramo
Diego me recomendó Pedro Páramo. Y la Invención de Morel.
Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio.
El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos.
Y los gorriones reían; picoteaban las hojas que el aire hacía caer, y reían; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguían a las mariposas y reían. Era esa época.
En febrero, cuando las mañanas estaban llenas de viento, de gorriones y de luz azul. Me acuerdo. Mi madre murió entonces.
Que yo debía haber gritado: que mis manos tenían que haberse hecho pedazos estrujando su desesperación. Así hubieras tú querido que fuera. ¿Pero acaso no era alegre aquella mañana? Por la puerta abierta entraba el aire, quebrando las guías de la yedra. En mis piernas comenzaba a crecer el vello entre las venas, y mis manos temblaban tibias al tocar mis senos. Los gorriones jugaban. En las lomas se
mecían las espigas. Me dio lástima que ella ya no volviera a ver el juego del viento en los jazmines; que cerrara sus ojos a la luz de los días. ¿Pero por qué iba a llorar?
¿Te acuerdas, Justina? Acomodaste las sillas a lo largo del corredor para que la gente que viniera a verla esperara su turno. Estuvieron vacías. Y mi madre sola, en medio de los cirios; su cara pálida y sus dientes blancos asomándose apenitas entre sus labios morados, endurecidos por la amoratada muerte. Sus pestañas ya quietas; quieto ya su corazón. Tú y yo allí, rezando rezos interminables, sin que ella oyera nada sin que tú y yo oyéramos nada, todo perdido en la sonoridad del viento debajo de la noche. Planchaste su vestido negro, almidonando el cuello y el puño de sus mangas para que sus manos se vieran nuevas, cruzadas sobre su pecho muerto, su viejo pecho amoroso sobre el que dormí en un tiempo y que me dio de comer y que palpitó
para arrullar mis sueños.
Nadie vino a verla. Así estuvo mejor. La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas.
Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio.
El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos.
Y los gorriones reían; picoteaban las hojas que el aire hacía caer, y reían; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguían a las mariposas y reían. Era esa época.
En febrero, cuando las mañanas estaban llenas de viento, de gorriones y de luz azul. Me acuerdo. Mi madre murió entonces.
Que yo debía haber gritado: que mis manos tenían que haberse hecho pedazos estrujando su desesperación. Así hubieras tú querido que fuera. ¿Pero acaso no era alegre aquella mañana? Por la puerta abierta entraba el aire, quebrando las guías de la yedra. En mis piernas comenzaba a crecer el vello entre las venas, y mis manos temblaban tibias al tocar mis senos. Los gorriones jugaban. En las lomas se
mecían las espigas. Me dio lástima que ella ya no volviera a ver el juego del viento en los jazmines; que cerrara sus ojos a la luz de los días. ¿Pero por qué iba a llorar?
¿Te acuerdas, Justina? Acomodaste las sillas a lo largo del corredor para que la gente que viniera a verla esperara su turno. Estuvieron vacías. Y mi madre sola, en medio de los cirios; su cara pálida y sus dientes blancos asomándose apenitas entre sus labios morados, endurecidos por la amoratada muerte. Sus pestañas ya quietas; quieto ya su corazón. Tú y yo allí, rezando rezos interminables, sin que ella oyera nada sin que tú y yo oyéramos nada, todo perdido en la sonoridad del viento debajo de la noche. Planchaste su vestido negro, almidonando el cuello y el puño de sus mangas para que sus manos se vieran nuevas, cruzadas sobre su pecho muerto, su viejo pecho amoroso sobre el que dormí en un tiempo y que me dio de comer y que palpitó
para arrullar mis sueños.
Nadie vino a verla. Así estuvo mejor. La muerte no se reparte como si fuera un bien. Nadie anda en busca de tristezas.
lunes, octubre 17, 2005
La carta esférica
Como me gustó bastante El Club Dumas, y me pareció excelente La tabla de Flandes, mi amigo Marcelo me prestó este La carta esférica, del señor periodista Pérez Reverte. La verdad que está muy bien, tiene una descripción de Gibraltar maravillosa, pero no puedo transcribirla porque ya lo devolví. Muy recomendable... y eso que mucho no me gustan las historias de mar que era todo lo que Coy conocía.
jueves, setiembre 22, 2005
Cuando entonces
Una novela muy cortita y muy misteriosa, en algún sentido que, por supuesto, no logro describir. Creo que tengo que leer más de este oscuro señor Onetti.
martes, setiembre 06, 2005
Yira... yira...
Cuando la suerte que es grela,
fayando y fayando,
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe
ni yerba de ayer
secándose al sol
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar,
la indiferencia del mundo
que es sordo y es mudo
recién sentirás.
Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa.
Yira... yira...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda
ni una mano ni un favor.
fayando y fayando,
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe
ni yerba de ayer
secándose al sol
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar,
la indiferencia del mundo
que es sordo y es mudo
recién sentirás.
Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa.
Yira... yira...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda
ni una mano ni un favor.
viernes, agosto 26, 2005
la tabla de flandes
- ¿Te das cuenta,princesa? Todo está en orden; no hay motivo de alarma... Este cielo de hombre sólo pretendía sugerir que él no juega al ajedrez sino porque su naturaleza contiene ya el juego en sí -la sonrisa de César se acentuó, consdescendiente-. Algo terriblemente relacionado con problemas, combinaciones, ensueños... En comparación con eso, ¿qué puede suponer un prosaico jaque mate? -se echó hacia atrás en la silla mirando los ojos de Muñoz, que lo observaban imperturbables-. Yo se lo voy a decir. No supone nada -levantó las palmas de las manos, como si invitara a que Julia y el ajedrecista comprobasen la realidad de sus palabras-. ¿No es verdad, amigo mío?... Sólo un desolador punto final, un forzado retorno a la realidad -arrugó la nariz-. A la verdadera existencia: la rutina de lo común y lo cotidiano.
Cuando César terminó de hablar, Muñoz estuvo un rato en silencio.
-Tiene gracia -entornaba los ojos en algo parecido a una insinuación de sonrisa que no conseguía asentársele en la boca-. Es exactamente eso, supongo. Pero nunca lo había oido decir en voz alta.
Cuando César terminó de hablar, Muñoz estuvo un rato en silencio.
-Tiene gracia -entornaba los ojos en algo parecido a una insinuación de sonrisa que no conseguía asentársele en la boca-. Es exactamente eso, supongo. Pero nunca lo había oido decir en voz alta.
III - amor
No importa que no te tenga,
No importa que no te vea.
Antes te abrazaba,
antes te miraba,
te buscaba todo,
te quería entero.
Hoy ya no les pido,
ni a manos ni a ojos,
las últimas pruebas.
Estar a mi lado
te pedía antes; sí, junto a mí, sí,
sí, pero allí fuera,
y me contentaba sentir que tus manos
me daban tus manos,
sentir que a mis ojos
les dabas presencia.
Lo que ahora te pido es más,
mucho más,
que beso o mirada,
es que estés más cerca
de mí mismo, dentro.
Como el viento está
invisible, dando
su vida a la vela.
Como está la luz
quieta, fija, inmóvil,
sirviendo de centro
que nunca vacila
al trémulo cuerpo
de llama que tiembla.
Como está la estrella,
presente y segura,
sin voz y sin tacto,
en el pecho abierto,
sereno, del lago.
Lo que yo te pido
es sólo que seas
alma de mi ánima,
sangre de mi sangre
dentro de las venas.
Es que estés en mí
como el corazón
mío que jamás
veré, tocaré,
y cuyos latidos
no se cansan nunca
de darme mi vida.
No importa que no te vea.
Antes te abrazaba,
antes te miraba,
te buscaba todo,
te quería entero.
Hoy ya no les pido,
ni a manos ni a ojos,
las últimas pruebas.
Estar a mi lado
te pedía antes; sí, junto a mí, sí,
sí, pero allí fuera,
y me contentaba sentir que tus manos
me daban tus manos,
sentir que a mis ojos
les dabas presencia.
Lo que ahora te pido es más,
mucho más,
que beso o mirada,
es que estés más cerca
de mí mismo, dentro.
Como el viento está
invisible, dando
su vida a la vela.
Como está la luz
quieta, fija, inmóvil,
sirviendo de centro
que nunca vacila
al trémulo cuerpo
de llama que tiembla.
Como está la estrella,
presente y segura,
sin voz y sin tacto,
en el pecho abierto,
sereno, del lago.
Lo que yo te pido
es sólo que seas
alma de mi ánima,
sangre de mi sangre
dentro de las venas.
Es que estés en mí
como el corazón
mío que jamás
veré, tocaré,
y cuyos latidos
no se cansan nunca
de darme mi vida.
miércoles, agosto 24, 2005
II - soledad
Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...
De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.
Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.
Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.
Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.
Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.
Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?
Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.
sino contigo misma...
De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.
Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.
Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.
Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.
Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.
Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?
Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.
martes, agosto 16, 2005
I - tristeza
- ¿Por qué lloras?
‑Por mi hijo. Le faltaban tres meses para cumplir tres años. El recuerdo de este hijo me atormenta. Era el menor. Nikituchka y yo hemos tenido cuatro, pero no nos ha quedado ninguno, mi bienamado padre, ninguno. Enterré a los tres primeros y no sentí tanta pena. Pero a este último no puedo olvidarlo. Me parece tenerlo delante. No se va. Tengo el corazón destrozado. Contemplo su ropita, su camisa, sus zapatitos y me echo a llorar. Pongo, una junto a otra, todas las cosas que han quedado de él, las miro y lloro. Dije a Nikituchka, mi marido: «Oye, déjame ir en peregrinación...» Es cochero, padre mío. Tenemos bienes. Los caballos y los coches son nuestros. Pero ¿para qué los queremos ahora? Mi Nikituchka debe de estar bebiendo desde que le dejé. Lo ha hecho otras veces: cuando lo dejo pierde los ánimos. Pero ahora no pienso en él. Ya hace tres meses que he dejado la casa, y lo he olvidado todo, y no quiero acordarme de nada. ¿Para qué me sirve mi marido ahora? He terminado con él y con todos. No quiero volver a ver mi casa ni mis bienes. Ojalá me hubiese muerto.
‑Oye ‑dijo el starets‑, un gran santo de la antigüedad vio en el templo a una madre que lloraba como lloras tú, porque el Señor se le había llevado a su hijito. Y el santo le dijo: «Tú no sabes lo atrevidos que son estos niños ante el trono de Dios. En el reino de los cielos no hay nadie que tenga el atrevimiento que tienen esas criaturas. Le dicen a Dios que les ha dado la vida, pero que se la han vuelto a quitar apenas han visto la luz. Y tanto insisten y reclaman, que el Señor los hace ángeles. Por eso debes alegrarte en vez de llorar, ya que tu hijito está ahora con el Señor, en el coro de ángeles.» Esto es lo que dijo en la antigüedad un santo a una mujer que lloraba. Era un gran santo y lo que decía era la pura verdad. Así, tu hijo está ante el trono del Señor, y se divierte y ruega a Dios por ti. Llora si quieres, pero alégrate.
La mujer lo escuchaba con la cabeza inclinada y la cara apoyada en la mano.
‑Lo mismo me decía mi Nikituchka para consolarme: «No hay motivo para que llores. Seguro que nuestro hijo está cantando ahora en el coro de ángeles ante el Señor.» Y mientras me decía esto, lloraba. Yo le decía: « Sí, ya lo sé: está con el Señor, porque no puede estar en otra parte. Pero no está aquí, cerca de nosotros, como estaba antes...» ¡Oh, si yo pudiera volver a verlo una vez, aunque sólo fuera una vez, sin acercarme a él, sin decirle nada, escondida en un rincón! ¡Si pudiera verle un instante, oírle jugar y verle llegar de pronto, gritando con su vocecita: «¿Dónde estás, mamá?», como hacía tantas veces! ¡Si yo pudiera oírle corretear por la habitación, venir a mí corriendo, riendo y gritando, como recuerdo que solía hacer! ¡Si pudiese aunque sólo fuera oírle! ¡Pero no está en la casa, padre mío, y no podré oírle nunca más! Mira su cinturón. Pero él no está, no volverá a estar nunca.
Sacó de su pecho un diminuto cinturón. Apenas lo vio, empezó a sollozar, cubriéndose el rostro con las manos, entre cuyos dedos fluían las lágrimas a torrentes.
‑Por mi hijo. Le faltaban tres meses para cumplir tres años. El recuerdo de este hijo me atormenta. Era el menor. Nikituchka y yo hemos tenido cuatro, pero no nos ha quedado ninguno, mi bienamado padre, ninguno. Enterré a los tres primeros y no sentí tanta pena. Pero a este último no puedo olvidarlo. Me parece tenerlo delante. No se va. Tengo el corazón destrozado. Contemplo su ropita, su camisa, sus zapatitos y me echo a llorar. Pongo, una junto a otra, todas las cosas que han quedado de él, las miro y lloro. Dije a Nikituchka, mi marido: «Oye, déjame ir en peregrinación...» Es cochero, padre mío. Tenemos bienes. Los caballos y los coches son nuestros. Pero ¿para qué los queremos ahora? Mi Nikituchka debe de estar bebiendo desde que le dejé. Lo ha hecho otras veces: cuando lo dejo pierde los ánimos. Pero ahora no pienso en él. Ya hace tres meses que he dejado la casa, y lo he olvidado todo, y no quiero acordarme de nada. ¿Para qué me sirve mi marido ahora? He terminado con él y con todos. No quiero volver a ver mi casa ni mis bienes. Ojalá me hubiese muerto.
‑Oye ‑dijo el starets‑, un gran santo de la antigüedad vio en el templo a una madre que lloraba como lloras tú, porque el Señor se le había llevado a su hijito. Y el santo le dijo: «Tú no sabes lo atrevidos que son estos niños ante el trono de Dios. En el reino de los cielos no hay nadie que tenga el atrevimiento que tienen esas criaturas. Le dicen a Dios que les ha dado la vida, pero que se la han vuelto a quitar apenas han visto la luz. Y tanto insisten y reclaman, que el Señor los hace ángeles. Por eso debes alegrarte en vez de llorar, ya que tu hijito está ahora con el Señor, en el coro de ángeles.» Esto es lo que dijo en la antigüedad un santo a una mujer que lloraba. Era un gran santo y lo que decía era la pura verdad. Así, tu hijo está ante el trono del Señor, y se divierte y ruega a Dios por ti. Llora si quieres, pero alégrate.
La mujer lo escuchaba con la cabeza inclinada y la cara apoyada en la mano.
‑Lo mismo me decía mi Nikituchka para consolarme: «No hay motivo para que llores. Seguro que nuestro hijo está cantando ahora en el coro de ángeles ante el Señor.» Y mientras me decía esto, lloraba. Yo le decía: « Sí, ya lo sé: está con el Señor, porque no puede estar en otra parte. Pero no está aquí, cerca de nosotros, como estaba antes...» ¡Oh, si yo pudiera volver a verlo una vez, aunque sólo fuera una vez, sin acercarme a él, sin decirle nada, escondida en un rincón! ¡Si pudiera verle un instante, oírle jugar y verle llegar de pronto, gritando con su vocecita: «¿Dónde estás, mamá?», como hacía tantas veces! ¡Si yo pudiera oírle corretear por la habitación, venir a mí corriendo, riendo y gritando, como recuerdo que solía hacer! ¡Si pudiese aunque sólo fuera oírle! ¡Pero no está en la casa, padre mío, y no podré oírle nunca más! Mira su cinturón. Pero él no está, no volverá a estar nunca.
Sacó de su pecho un diminuto cinturón. Apenas lo vio, empezó a sollozar, cubriéndose el rostro con las manos, entre cuyos dedos fluían las lágrimas a torrentes.
lunes, agosto 15, 2005
El Aleph
Este apunte sobre la vanidad de Borges dos por tres me golpea la memoria. El cuento merece ser leído, también
La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.
La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.
miércoles, agosto 10, 2005
Instrucciones-ejemplos sobre la forma de tener miedo
Cortázar para asustar la tarde...
En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen.
Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.
En la plaza del Quirinal, en Roma, hay un punto que conocían los iniciados hasta el siglo XIX, y
desde el cual, con luna llena, se ven moverse lentamente las estatuas de los Dióscuros que luchan con sus caballos encabritados
En Amalfí, al terminar la zona costanera, hay un malecón que entra en el mar y la noche. Se oye ladrar a un perro más allá de la última farola.
Un señor está extendiendo pasta dentrífica en el cepillo. De pronto ve, acostada de espaldas, una diminuta imagen de mujer, de coral o quizá de miga de pan pintada.
Al abrir el ropero para sacar una camisa, cae un viejo almanaque que se deshace, se deshoja, cubre la ropa blanca con miles de sucias mariposas de papel.
Se sabe de un viajante de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida mostraba la huella de unos dientes muy finos.
El médico termina de examinarnos y nos tranquiliza. Su voz grave y cordial precede los medicamentos cuya receta escribe ahora, sentado ante su mesa. De cuando en cuando alza la cabeza y sonríe, alentándonos. No es de cuidado, en una semana estaremos bien. Nos arrellanamos en nuestro sillón, felices, y miramos distraídamente en torno. De pronto, en la penumbra debajo de la mesa vemos las piernas del médico. Se ha subido los pantalones hasta los muslos, y tiene medias de mujer.
En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen.
Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.
En la plaza del Quirinal, en Roma, hay un punto que conocían los iniciados hasta el siglo XIX, y
desde el cual, con luna llena, se ven moverse lentamente las estatuas de los Dióscuros que luchan con sus caballos encabritados
En Amalfí, al terminar la zona costanera, hay un malecón que entra en el mar y la noche. Se oye ladrar a un perro más allá de la última farola.
Un señor está extendiendo pasta dentrífica en el cepillo. De pronto ve, acostada de espaldas, una diminuta imagen de mujer, de coral o quizá de miga de pan pintada.
Al abrir el ropero para sacar una camisa, cae un viejo almanaque que se deshace, se deshoja, cubre la ropa blanca con miles de sucias mariposas de papel.
Se sabe de un viajante de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida mostraba la huella de unos dientes muy finos.
El médico termina de examinarnos y nos tranquiliza. Su voz grave y cordial precede los medicamentos cuya receta escribe ahora, sentado ante su mesa. De cuando en cuando alza la cabeza y sonríe, alentándonos. No es de cuidado, en una semana estaremos bien. Nos arrellanamos en nuestro sillón, felices, y miramos distraídamente en torno. De pronto, en la penumbra debajo de la mesa vemos las piernas del médico. Se ha subido los pantalones hasta los muslos, y tiene medias de mujer.
viernes, agosto 05, 2005
románticos
la condición humana es siempre la misma, y los buenos libros siempre plantean el mismo dilema: ¿cómo seleccionar un párrafo para compartir cuando cualquier otro siempre parece mejor?
querido wilhelm, me encuentro en un estado similar al de aquellos
infelices a los que se creyó poseidos por un demonio. a veces lo
siento en mis adentros, no es miedo, no es deseo, se trata de un furor
interno, desconocido, que amenaza con destrozarme el pecho, que me
ahoga la garganta. ¡ay, ay! si me asalta, salgo a deambular por los
terribles escenarios nocturnos de esta inhumana estación...
querido wilhelm, me encuentro en un estado similar al de aquellos
infelices a los que se creyó poseidos por un demonio. a veces lo
siento en mis adentros, no es miedo, no es deseo, se trata de un furor
interno, desconocido, que amenaza con destrozarme el pecho, que me
ahoga la garganta. ¡ay, ay! si me asalta, salgo a deambular por los
terribles escenarios nocturnos de esta inhumana estación...
martes, julio 26, 2005
¿Literatura o filosofía?
Tiene el ademán vivo y apoyado, algo demasiado preciso, un poco demasiado rápido, se acerca a los clientes, con paso algo vivo, se inclina con demasiada prisa, su voz, sus ojos, expresan un interés demasiado solícito por el pedido del cliente; finalmente, hele aquí que ya vuelve, tratando de imitar con su paso el rigor inflexible de no se sabe qué autómata, llevando su bandeja con una especie de temeridad de funámbulo, poniéndola en un equilibrio perpetuamente inestable y perpetuamente roto, que restablece perpetuamente con un ligero movimiento del brazo y de la mano. Juega, se divierte. Pero ¿a qué juega? No es necesario observarlo mucho tiempo para darse cuenta: juega a ser mozo de café
escrito en la arena (fragmento)
tal vez para rodia no tenga cinco estrellas, ¿pero quién dijo que todo lo que uno lee debe tenerlas?
--
Así está nuestro corazón
lealmente entregado,
fraternalmente a lo fugaz,
a la vida, lo que mana,
no a lo que, sólido, posee duración.
Pronto lo permanente nos fatiga, joyas
roca y mundo estrellado,
a nosotros, en el eterno cambio a la deriva
almas de viento y pompas de jabón,
al tiempo unidos, y fugaces,
a quienes el rocío de una hoja rosa,
a quienes el cortejo de las nubes,
el brillo de la nieve, el arco iris,
la mariposa que voló, nosotros,
a quienes el sonido de una risa
que al pasar nos rozara
nos parece una fiesta
o nos causa dolor. Amamos todo aquello
que nos es semejante, y entendemos
lo que el viento escribe en la arena.
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Así está nuestro corazón
lealmente entregado,
fraternalmente a lo fugaz,
a la vida, lo que mana,
no a lo que, sólido, posee duración.
Pronto lo permanente nos fatiga, joyas
roca y mundo estrellado,
a nosotros, en el eterno cambio a la deriva
almas de viento y pompas de jabón,
al tiempo unidos, y fugaces,
a quienes el rocío de una hoja rosa,
a quienes el cortejo de las nubes,
el brillo de la nieve, el arco iris,
la mariposa que voló, nosotros,
a quienes el sonido de una risa
que al pasar nos rozara
nos parece una fiesta
o nos causa dolor. Amamos todo aquello
que nos es semejante, y entendemos
lo que el viento escribe en la arena.
jueves, febrero 03, 2005
Rey Lear.
Está la traición, está la locura. De todos modos, lo mejor de Rey Lear me parecieron los insultos. Va un ejemplo:
It may be so, my lord.
Hear, nature, hear; dear goddess, hear
Suspend thy purpose, if thou didst intend
To make this creature fruitful!
Into her womb convey sterility!
Dry up in her the organs of increase;
And from her derogate body never spring
A babe to honour her! If she must teem,
Create her child of spleen, that it may live
And be a thwart disnatur'd torment to her!
Let it stamp wrinkles in her brow of youth;
With cadent tears fret channels in her cheeks;
Turn all her mother's pains and benefits
To laughter and contempt; that she may feel
How sharper than a serpent's tooth it is
To have a thankless child!—Away, away!
Entre paréntesis, dejé las estrellitas. ¿A quién le importan?
It may be so, my lord.
Hear, nature, hear; dear goddess, hear
Suspend thy purpose, if thou didst intend
To make this creature fruitful!
Into her womb convey sterility!
Dry up in her the organs of increase;
And from her derogate body never spring
A babe to honour her! If she must teem,
Create her child of spleen, that it may live
And be a thwart disnatur'd torment to her!
Let it stamp wrinkles in her brow of youth;
With cadent tears fret channels in her cheeks;
Turn all her mother's pains and benefits
To laughter and contempt; that she may feel
How sharper than a serpent's tooth it is
To have a thankless child!—Away, away!
Entre paréntesis, dejé las estrellitas. ¿A quién le importan?
viernes, enero 28, 2005
Tomorrow, and tomorrow, and tomorrow
She should have died hereafter.
There would have been a time for such a word.
Tomorrow, and tomorrow, and tomorrow
Creeps in this petty pace from day to day
To the last syllable of recorded time.
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death. Out, out, brief candle.
Life’s but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage,
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.
Bien. Puede que sea insistente.
There would have been a time for such a word.
Tomorrow, and tomorrow, and tomorrow
Creeps in this petty pace from day to day
To the last syllable of recorded time.
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death. Out, out, brief candle.
Life’s but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage,
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.
Bien. Puede que sea insistente.
jueves, enero 20, 2005
Fernando Cabrera
Escucho
en la escollera tomé a la izquierda
hasta la calle Cuñaipiró
intermitente la fortaleza
con su guiñada me iluminó.
adolescente la fortaleza
de una mirada me encandiló
Los rayos bajan caricias
huidas de la razón
el brillo de la avenida
parece un caparazón
capaz que debajo anida
un juego del corazón
y ocupó mi corazón
reto a quien quiera a encontrar en cualquier literatura tan buena relación entre sencillez y expresión. Y tanta montevideanidad.
en la escollera tomé a la izquierda
hasta la calle Cuñaipiró
intermitente la fortaleza
con su guiñada me iluminó.
adolescente la fortaleza
de una mirada me encandiló
Los rayos bajan caricias
huidas de la razón
el brillo de la avenida
parece un caparazón
capaz que debajo anida
un juego del corazón
y ocupó mi corazón
reto a quien quiera a encontrar en cualquier literatura tan buena relación entre sencillez y expresión. Y tanta montevideanidad.
lunes, enero 17, 2005
Memorias de Adriano
Nunca había leído a Marguerite Yourcenar, y la verdad es que este libro está bien interesante. Me costó un tiempo leerlo, parece una introspección que es a la vez ensayo histórico. La idea de la historia desde un héroe es excelente, y la minuciosidad del texto en las descripciones la completa. Bien por Memorias de Adriano
Ensayo sobre la ceguera
Bien escrito, bien ilado. Un libro sobre hombres que va dibujando con firmeza. La historia es mejor, sin embargo, que la reflexión. O tal vez lo que busqué está ahí y no lo encontré. Recomendable. ¿Premio Nobel? Habría que leer más, pero...
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