viernes, agosto 26, 2005

la tabla de flandes

- ¿Te das cuenta,princesa? Todo está en orden; no hay motivo de alarma... Este cielo de hombre sólo pretendía sugerir que él no juega al ajedrez sino porque su naturaleza contiene ya el juego en sí -la sonrisa de César se acentuó, consdescendiente-. Algo terriblemente relacionado con problemas, combinaciones, ensueños... En comparación con eso, ¿qué puede suponer un prosaico jaque mate? -se echó hacia atrás en la silla mirando los ojos de Muñoz, que lo observaban imperturbables-. Yo se lo voy a decir. No supone nada -levantó las palmas de las manos, como si invitara a que Julia y el ajedrecista comprobasen la realidad de sus palabras-. ¿No es verdad, amigo mío?... Sólo un desolador punto final, un forzado retorno a la realidad -arrugó la nariz-. A la verdadera existencia: la rutina de lo común y lo cotidiano.


Cuando César terminó de hablar, Muñoz estuvo un rato en silencio.


-Tiene gracia -entornaba los ojos en algo parecido a una insinuación de sonrisa que no conseguía asentársele en la boca-. Es exactamente eso, supongo. Pero nunca lo había oido decir en voz alta.

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