martes, enero 22, 2008

Sócrates Muniz.

Me estoy aficionando a Sócrates Muniz. Y por eso me salto la política editorial de este blog ("¿para qué están las leyes, sino para violarlas?" diría alguno, y yo le contestaría "qué comentario más estúpido") y publico un link, el cual recomiendo leer. Intensamente. Indudablemente.

viernes, enero 18, 2008

O be some other name!


Juliet:
O Romeo, Romeo, wherefore art thou Romeo?
Deny thy father and refuse thy name;
Or if thou wilt not, be but sworn my love
And I'll no longer be a Capulet.

Romeo:
[Aside] Shall I hear more, or shall I speak at this?

Juliet:
'Tis but thy name that is my enemy:
Thou art thyself, though not a Montague.
What's Montague? It is nor hand nor foot,
Nor arm nor face, nor any other part
Belonging to a man. O be some other name!
What's in a name? That which we call a rose
By any other word would smell as sweet;
So Romeo would, were he not Romeo call'd,
Retain that dear perfection which he owes
Without that title. Romeo, doff thy name,
and for thy name, which is no part of thee,
Take all myself.

(William Shakespeare - Romeo And Juliet Act 2, scene 2, 33–49)

Julio Verne

Este post lo tenía como borrador desde junio del 2006, y me había olvidado. Ahí va.


"Y déjenme decirles una última cosa, caballeros. Compadezco a los hombres cómodos, resignados y razonables que nunca leyeron libros que estremecieran su corazón. Compadezco a quienes nunca se dejaron seducir y arrastrar por una moneda de oro, una mujer hermosa, un amigo fiel, una aventura descubierta en un libro. Compadezco a los que nunca dormirán la paz eterna con todos los piratas, junto a la tumba donde se pudran ellos y sus sueños..."

El doblón del capitán Ahab (Arturo Pérez-Reverte)


Lo encontré en un blog. Y en los próximos diez minutos recuerdo historias de piratas, aventuras o similares, que hoy descubro son el núcleo de mi literatura (hablando de lo leído, que no de lo escrito). El primero, cuando tenía 8 años: 20.000 leguas de viaje submarino: puedo recordar cada emoción con el Nautilus, con el capitán Arnoux (que era yo mismo) y, claro, con el Capitán. Después volví a encontrarlo (a Nemo y a su nave) en La Isla Misteriosa, que debe ser la mejor de todas las novelas de Verne. Recuerdo desde ahí la búsqueda de la quinina. Sandokán y las demás cosas de Salgari me parecían ya entonces mucho inferiores, hasta aburridas. La isla del tesoro, bastante bien. Los tres mosqueteros, Papillon.. En medio, todas las de Verne, la fabulosa Miguel Strogoff, La vuelta al mundo en 80 días, El castillo de los cárpatos...

Después vendrían las novelas de Agatha Christie, pero eso es otra historia, mon ami

viernes, enero 11, 2008

Fatalidad

Me dan ganas de escribir mucho rato sobre Nuestra Señora de Paris (por suerte al traducir el título al español no se comportaron tan torpemente como los ingleses, que eligieron The Hunchback of Notre-Dame, contra la opinión del propio Hugo, como dice por tooodos lados, aunque después vino Disney y Disney latino y ahí sí marchamos). Una novela fascinante, perfecta. Víctor Hugo escribe mucho, largo, con largas descripciones. Justo un estilo que mucho no me gusta, prefiero el peso en el relato. Pero aquí, bueno, cada descripción es un disfrute, capítulos como París a vuelo de pájaro, o Nuestra Señora, que no aportan nada (jo,jo) a la historia, son joyas de contenido pero sobre todo de estilo.

La personajes de la novela son fáciles de definir en trazos gruesos excepto uno: la catedral de Notre-Dame. El relato puede rápidamente bosquejarse (no lo hago porque la historia en sí es entretenida). Algunos son hasta ingenuos. La relación entre ellos es demasiado forzada para ser real, como en cualquier novelón. ¿Entonces por qué es perfecta? Por la amalgama de la historia, por la reconstrucción del ambiente y, sobre todo, por la perfección en el uso de los recursos estilísticos. Y por la catedral de Notre-Dame, que viaja por el relato mostrándose, cobijando, defendiéndose y finalmente observando el progeso de la fatalidad.

"Todas las miradas se dirigieron a lo alto de la iglesia, que ofrecía espectáculo extraordinario. Sobre la más alta galería, encima del rosetón central, alzábase una hoguera entre los dos campanarios, envuelta en un torbellino de chispas y con llama desordenada y furiosa, que el viento dividía a cada instante y arrebataba entre el humo. Más abajo de la llama y de la sombría balaustrada con labrados de fuego, salían dos canalones de piedra en forma de monstruos, cuyas bocas vomitaban sin interrupción una lluvia ardiente que destacaba la plateada corriente sobre las tinieblas de la fachada interior; a medida que se acercaban al suelo se ensanchaban, formando copo los dos chorros de plomo líquido, como el agua que sale por muchos agujeros de la regadera. Encima de la llama distinguíanse las dos grandes torres, viéndose los dos frentes de ellas muy distintos: el uno negro enteramente y el otro de fuego, pareciendo más grandes todavía por la inmensidad de la sombra que elevaba hasta el cielo. Las innumerables esculturas que representaban diablos y dragones, tomaban aspecto lúgubre; al inquieto reflejo de las llamas parecía que se movían; había serpientes que parecían reír, perros que ladraban, salamandras que soplaban el fuego y tarascas a las que el humo hacía estornudar. Entre esos monstruos que habían despertado el ruido y las llamas, había uno que andaba y que pasaba de vez en vez por delante de la hoguera ardiente, como un murciélago delante de una luz.

(Víctor Hugo - Nuestra Señora de Paris)

miércoles, enero 09, 2008

Pandemonios

Encuentro pocas cosas más uruguayas que estos versos:

Sufro el dominio de los domingos
son como adelantos de Navidad
temo al fascinio de la verdad
hubo un comienzo y habrá un final

Purgando cada nuevo minuto
libro en este infierno mi claridad
sufro el dominio de la verdad
todos los goces que ya no están

Hay algo tuyo en todos mis labios
algo que despierta en el paladar
masco el demonio de la verdad
nada de aquello me gusta ya


(Fernando Cabrera - Pandemonios)