martes, abril 17, 2007

De muertes

Leo en un post de Benito (que volvió igual, lo que sea que eso signifique):

"Conozco a la muerte desde chiquito, pero no en circunstancias tan excepcionalmente tristes. Unos días antes había sucedido algo similar, o peor incluso: una chica adolescente había muerto en un accidente de tráfico cerca de Castillos. Su familia, de Rocha viajó hasta allí para reconocer el cuerpo, al regreso tuvieron un accidente en el que murió su otra hija. Son cosas imposibles de imaginar."

Benito dice "son cosas imposibles de imaginar". Y yo pienso: "otro que, como yo, no se atreve a decir qué situación más estúpida". Es tal el dolor que produce imaginar el dolor de ese hombre que se vuelve imposible. No puede ser que suceda eso, es estúpido. Hay, bueno, cosas imposibles de imaingar. En cada uno de estos casos pienso que no podría resistirlo. Borges dice en El Aleph que eso es soberbia. Pero estas estúpidas muertes, tan estúpidas como la de Gaudí, son de las pocas cosas que realmente funcionan como parábolas. Sigo pensando cosas, pero no puedo escribirlas.

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Todo el mundo está hablando de Vonnegut ("todo el mundo",jeje) y yo que no he leído nada me siento husmeando. Un par de cosas publicadas hablan de que vale la pena. Leeremos.

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Para los ávidos lectores, algunas impresiones de mi lectura de Grandes Cuentistas (colección Biblioteca Universal - Océano, para los que preguntaron) hasta el momento.

Historia del maestro de escuela lisiado y con la boca hendida de Las Mil y Una Noches: excelente. Graciosísimo. Absurdo.

Novellino - Novela VIII: si tuviera dos minutos más la transcribía, es muy cortita y muy buena. No tengo tal cosa.

Los cuentos del Decamerón no lograron trascender los tiempos para llegar hasta mí, v.g. no me gustaron, igual que El conde Lucanor.

Juan de Timoneda - De El Sobremesa y Alivio de Caminantes

Un tamborinero tenía una mujer tan contraria a su opinión, que nunca cosa que le rogaba podía acabar con ella que la hiciese. Una vez, yendo de un lugar para otro, porque había de tañer en unos desposorios, y ella caballera en un asno con su tamborino encima, al pasar un río díjole:

- Mujer, cantad; no tangáis el tamborino, que se espantará el asno.

Como si dijera táñelo, en ser en el río sonó el tamborino, y el asno espantándose púsose en el hondo, y echó vuestra mujer al río; y él por bien que quiso ayudarle no tuvo remedio. Viendo que se había ahogado, fuela a buscar río arriba. Díjole uno que estaba mirando:

- Buen hombre, ¿qué buscáis?

Respondió:

- Mi mujer que es ahogada.
- Señor, ¿y al contrario la habéis de buscar?
- Sí, señor; proque mi mujer siempre fue contraria a mis opiniones
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Ampliaremos

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1 comentario:

Naazgul dijo...

Hola, soy nuevo por acá.
No sé si será estúpido. Pero estoy bastante convencido de que la muerte tiene un retorcido sentido del humor.

En cuanto a Vonnegut, somos dos.

El final de la última historia es fantástico. Gracias.