lunes, diciembre 26, 2005

G.K.Chesterton - El hombre que sabía demasiado

Vale la pena conocer a Horne Fisher tanto o más que al Padre Brown. La traducción no es la mejor, supongo, pero igual se disfruta, creo.


Era un hombre alto, rubio, demacrado y un tanto lánguido, de párpados pesados y nariz aguileña.

...

"¿Ha reflexionado ustede nunca sobre lo que representa el ser un hombre que no existe? Quiero decir,ser un hombre con una personalidad ficticia, que debe sostener a expensas no solamente de sus virtudes personales, sino de sus placeres, y sobre todo, de sus aptitudes personales. Ser una nueva especie de hipócrita, escondiendo una habilidad en una especie de servilleta. Este hombre había escogido muy cuidadosamente su hipocresía; era realmente una falsedad nueva. Más de un bellaco sutil se ha disfrazado de valiente caballero, de digno negociante, de filántropo y de santo; pero los cuadros chillones de un ridículo ganapán eran realmente un disfraz bastante nuevo. Pero el disfraz tenía que ser muy molesto para un hombre que realmente sabía hacer montones de cosas; no solamente disparar, sino dibujar y pintar y, probablemente, tocar el violín. Ahora bien, un hombre así puede encontrar útil el ocultar sus habilidades; pero no puede evitar el desear hacer uso de ellas donde no sirvan para nada. Si sabe dibujar, dibujará distraídamente sobre el papel secante. Yo sospecho que este bribón ha dibujado muchas veces la cara del pobre Puggy en un papel secante. Probablemente, empezó haciéndolo con borrones, como más tarde lo hizo con puntos, o mejor dicho, a tiros. Del mismo modo encontró un blanco en un rincón solitario y no pudo resistir la tentación de ejercitarse en secreto, como el que se emborracha. A usted le parecieron los tiros distribuidos de una manera irregular; y en verdad lo eran; pero no accidentales. No había dos distancias iguales; pero los distintos tiros estaban donde él se había propuesto ponerlos. Nada necesita una precisión tan matemática como una tosca caricatura. Yo mismo he chapuceado un poco en dibujo y puedo asegurarle que poner un punto donde usted quiera es ya toda una maravilla cuando se hace con una pluma que está casi tocando el papel. Hacerlo a través de un jardín con una escopeta es un milagro. Un hombre que sabe hacer estos milagros siempre siente el prurito de hacerlos, aunque sea a escondidas."

martes, diciembre 20, 2005

En busca de Klingsor.

Juan Martín me prestó este libro (que después me enteré que fue bastante best-seller hace un par de años) de un señor Jorge Volpi. Muy pero muy bueno. Y si uno es medio nerd, seguro que lo disfruta dos o tres veces más. El tipo se mete con la teoría de juegos, con el principio de incertidumbre, con el teorema de la incompletitud de Gödel, arma los personajes con los nobel de las primeras décadas... y sale bien parado. Como un nombre de la rosa más moderno. Encima escribe muy bien, usa pocos adjetivos. Bien de bien. Este librito me hizo pensar en una lista de "libros deductivos", y por eso me puse a releer "El hombre que sabía demasiado" de G.K.Chesterton. Por tercera vez.

miércoles, diciembre 14, 2005

on the road

no lo conseguí en inglés, y las traducciones de anagrama son, por lo general, horripilosas... pero "como dicen los chicos", "es lo que hay valor-a" :-&


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Corrían calle abajo juntos, entendiéndolo todo del modo en que lo hacían aquellos primeros días, y que más tarde sería más triste y perceptivo y tenue. Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciéndolo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un "¡aaah!".

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Me dormiría y lo olvidaría todo; tenía mi propia vida, mi propia y triste y miserable vida de siempre. En el cuarto de baño había un silencio de muerte. Me desnudé y me metí en la cama.

Terry salió con los ojos llenos de lágrimas. En su sencilla y curiosa cabecita se dijo que un chulo jamás tira los zapatos de una mujer contra la puerta ni le dice que se vaya. Se desnudó con un dulce y reverendo silencio y deslizó su menudo cuerpo entre las sábanas junto al mío. Era morena como las uvas. Vi la cicatriz de una cesárea en su pobre vientre; sus caderas eran tan estrechas que no pudo tener a su hijo sin que la abrieran. Sus pieran eran como palitos. Sólo medía un metro cuarenta y cinco centímetros. Hicimos el amor en la dulzura de la perezosa mañana. Después, como dos ángeles cansados, colgados y olvidados en un rincón de L.A., habiendo encontrado juntos la cosa más íntima y deliciosa de la vida, nos quedamos dormidos hasta la caída de la tarde.


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(...), aparte Lucille nunca me comprendía porque me gustan demasiadas cosas y me confundo y desconcierto corriendo detrás de una estrella fugaz tras otra hasta que me hundo. Así es la noche, y eso produce. No puedo ofrecer más que mi propia confusión.


lunes, diciembre 12, 2005

Huevos fritos

Huevos fritos: "Pero si creen que la cosa queda aquí se equivocan. Hasta Ferrán Adrià se ha ocupado del tema. En el libro 70 recetas muy personales (Junta de Andalucía), el maestro mundial da la receta de 'El huevo frito soñado'. Vean:

Ingredientes: 2 huevos, aceite de oliva, sal.

Preparación:

* 'A uno de los huevos le quito la yema y frío sólo la clara en una sartén con le suficiente aceite de oliva como para que no toque el fondo y se pegue. La dejo que fría bien hasta que queden puntillitas'
* 'La pongo sobre un plato y ahora hago lo contrario con el otro huevo: le quito la clara y frío sólo la yema, pero muy poquito, sólo lo justo para que coja color'.
* 'Esta yema la coloco sobre la clara anterior y así consigo el huevo frito soñado por muchos'

Sólo en un laboratorio puede llegar a precisarse una fritura tan perfecta tanto de la yema como de la clara. Gracias Ferrán."

[via el suplemento pan y rosas de brecha]

El diablo y dios - Sartre

Pasé por "El diablo y dios" y "Muertos sin sepulturas", dos obras de teatro del fenómeno este. La segunda es mejor que la primera, para mi humilde gusto, pero el diálogo este me dejó pensando un rato laaargo (dura hasta ahora).


LA MUJER (viendo al cura). - ¡Cura! ¡Cura! (El cura se escapa. Ella grita.) ¿Adónde va tan de prisa?

HEINRICH (deteniéndose) - ¡Ya no tengo nada! ¡Nada! Lo he dado todo.

LA MUJER - Ésa no es una razón para que huyas cuando se te llama.

HEINRICH (regresando hacia ella con fatiga) - ¿Tienes hambre?

LA MUJER - No.

HEINRICH - ¿Qué pides, entonces?

LA MUJER - Quiero que me expliques...

HEINRICH (vivamente) - Nada puedo explicar.

LA MUJER - Ni siquiera sabes de qué hablo.

HEINRICH - Está bien. Habla. ¡Pronto! ¿Qué es lo que quieres que te explique?

LA MUJER - ¿Por qué murió el niño?

HEINRICH - ¿Qué niño?

LA MUJER (riendo un poco) - El mío. Vamos, cura, lo enterraste ayer: tenía tres años y murió de hambre.

HEINRICH - Estoy fatigado, hermana, y ya no te reconozco. Os veo a todas el mismo rostro con los mismos ojos.

LA MUJER - Y sin embargo, eres cura.

HEINRICH - Sí, lo soy.

LA MUJER - ¿Quién, si no tú, me lo explicará? (Pausa) Si ahora me dejase morir yo, ¿obraría mal?

HEINRICH (con fuerza) - ¡Sí, muy mal!

LA MUJER - Eso pensaba. Y, no obstante, tengo muchas ganas. ya ves que tienes que explicarme.

(Hay un silencio. HEINRICH se pasa la mano por la frente y hace un violento esfuerzo).

HEINRICH - Nada sucede sin la venia de Dios y Dios es la bondad misma. De manera que cuando acontece, es lo mejor

LA MUJER - No comprendo.

HEINRICH - Dios sabe muchas cosas más que tú; lo que a tí te parece un mal es un bien a sus ojos, porque él pesa todas las consecuencias.

LA MUJER - ¿Y tú puedes entender eso?

HEINRICH - ¡No! ¡No! ¡No comprendo nada! ¡No puedo ni quiero comprender! ¡Es preciso creer! ¡Creer! ¡Creer!

LA MUJER (con una risita) - Dices que debes creer y no pareces creer siquiera en lo que dices

HEINRICH - Lo que digo, hermana, lo he repetido tantas veces desde hace tres meses que ya no sé si lo digo por convicción o por hábito. Pero no te engañes, creo en ello. Creo con todas mis fuerzas y con todo mi corazón. Tú eres testigo, Dios mío, de que ni siquiera por un momentoj ha rozado la duda mi corazónl. (Pausa). Mujer, tu hijo está en el cielo y allí volverás a encontrarlo. (HEINRICH se arrodilla).

LA MUJER - Sin duda, cura. Pero el cielo es otra cosa. Y, además, estoy tan fatigada que ya no encontraré fuerzas para regocijarme. Ni siquiera allá arriba.

HEINRICH - Perdóname, hermana.

LA MUJER - ¿De qué habría de perdonarte, cura? Nada me has hecho.

HEINRICH - Perdóname. Perdona en mí a todos los sacerdotes, tanto a los ricos como a los pobres.

LA MUJER (divertida) - Te perdono de todo corazón. ¿Estás contento ahora?

HEINRICH - Sí. Y ahora, hermana, vamos a rezar juntos; pidamos a Dios que nos devuelva la esperanza.

(Durante las últimas replicas, NASTY baja lentamente la escalera de la muralla).

LA MUJER (viendo a NASTY se interrumpe alegremente) - ¡Nasty! ¡Nasty!

NASTY - ¿Qué me quieres?

LA MUJER - Panadero, mi hijo murió. Tú que lo sabes todo, debes saber por qué.

NASTY - Sí, lo sé.

HEINRICH - Nasty, te lo suplico, ¡cállate! ¡Desventurados los que escandalizan!

NASTY - Murió porque los ricos burgueses de nuestra ciudad se han rebelado contra el arzobispo, su riquísimo señor. Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren.

LA MUJER - ¿Y Dios les permitió hacer esa guerra?

NASTY - Dios se lo había prohibido.

LA MUJER -Éste dice que nada sucede sin su permiso.

NASTY - Nada, a excepción del mal que nace de la perversión de los hombres.

HEINRICH - Mientes, panadero; mezclas lo verdadero a lo falso para engañar a las almas

NASTY ¿Sostendrías tú, acaso, que Dios permite esos duelos y sufrimientos inútiles? Yo digo que es inocente de todos ellos (HEINRICH se calla.)

LA MUJER - ¿Entonces, Dios no quería que mi hijo muriera?

NASTY - Si lo hubiera querido, ¿lo habría hecho nacer?

LA MUJER (aliviada) - Prefiero esto. (Al cura). ¿Ves cómo esto lo comprendo? ¿Entonces, el buen Dios se entristece cuando ve que yo sufro?

NASTY - Se entristece hasta la muerte.

LA MUJER - ¿Y nada puede hacer por mí?

NASTY - Sí. Claro que sí. Te devolverá a tu hijo.

LA MUJER (decepcionada) - Sí, ya lo sé: en el cielo.

NASTY - En el cielo no. Aquí en la tierra.

LA MUJER (atónita) - ¿En la tierra?

NASTY - ¡Será preciso pasar primero por el ojo de una aguja y soportar siete años de desventura, y luego comenzará el reino de Dios sobre la tierra; nuestros muertos nos serán devueltos, todo el mundo amará a todo el mundo y nadie tendrá hambre ya!

LA MUJER - ¿Por qué tendremos que esperar siete años?

NASTY - Porque se necesitan siete años para librarnos de los malos.

LA MUJER - Mucho habrá que trabajar para lograrlo.

NASTY - Por eso necesita el Señor tu ayuda.

LA MUJER - ¿El Señor Todopoderoso necesita mi ayuda?

NASTY - Sí, hermana. Durante siete años reinará todavía el Maligno sobre la tierra; pero si cada uno de nosotros pelea valerosamente, nos salvaremos todos y Dios con nosotros. ¿Me crees?

LA MUJER (levantándose) - Sí, Nasty, te creo.

NASTY - Tu hijo no está en el cielo, mujer, sino en tu vientre. Durante siete años lo llevarás contigo y al cabo de ese tiempo marchará a tu lado, pondrá su mano en la tuya y lo habrás parido por segunda vez.

LA MUJER - Te creo, Nasty, te creo.

(Sale)

HEINRICH - ¡La estás perdiendo!

NASTY - Si tan seguro estás, ¿por qué no me interrumpiste?

HEINRICH - ¡Ay! Porque parecía menos desgraciada. (NASTY se encoge de hombros y sale.). Señor, no tuve valor para callarlo: he pecado. Pero creo, Dios mío, creo en tu omnipotencia, en tu Santa Iglesia, mi madre, cuerpo sagrado de Jesús, del que soy miembro; creo que todo sucede por decreto tuyo, aun la muerte de un niño, y que todo es bueno. ¡Lo creo porque es absurdo! ¡Absurdo! ¡Absurdo!