jueves, agosto 28, 2008

Seis problemas para don Isidro Parodi

Tengo, como siempre, una punta de cosas para hacer, pero también unas ganas de escribir bárbaras. Cosa que no me sucede habitualmente. Aja, sí.

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Ando por ahí con dos libros (entre tantos papelitos con probabilidades, inferencias, trámites, tecnologías, diversiones, desafíos, jueguitos para las OLPC, bla): Seis problemas para don Isidro Parodi, y La peste. Por supuesto, el primero es mucho más fácil de leer porque son cuentos y porque es Borges y también Bioy. Me acordaba de la primera de estas historias como un divertidísimo juego de detectives, con esa admirable capacidad de Borges de convertir un razonamiento más o menos pero no muy complicado en literatura fantástica, matemática, lógica o lo que se le ocurra, virtud que hay que aprender a apreciar porque es la monumental capacidad de quedar en el límite sin caerse, conozco casos que se caen para un lado (Edgar Allan Poe) o para el otro (no importan, no son escritores). Pero me encontré con una cosa delirante, con un juego con las palabras con olor a deporte con diversión. El personaje de Montenegro por ejemplo es... inenarrable. Uno de esos libros que uno no sabe si es realmente bueno, pero que le pone cinco estrellas just in case uno es el que tiene la posta. La peste es más difícil, hay que estar preparado para disfrutar cada expresión, no sobra ni una. No hay puntada sin hilo.

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Película infantil: El libro de la selva>. Peliculón, debí decir. Y sólo vi diez minutos.

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Hace unos días firmé para anular la Ley de Caducidad, a dos veteranos en la esquina de 21 y Ellauri. Muchachos, a ver si nos dejamos de joder con Capusotto, esta generación tiene que ser la que busque la memoria que nos robaron. Ajá, sí, suena a años sesenta, setenta, ochenta. Pero este país va a estar regalado hasta que todos sepamos quién fue Nibia Sabalsagaray. Por ejemplo. Hay más ejemplos. Y cuando metieron al Goyo preso, seguro que estábamos chochos de la vida... mirándolo por tele. Recién me doy cuenta que eran ellos, los que estaban ahí puteando, los que tenían razón. ¿Y si nos comportamos como energúmenos una vez en la vida, ignoramos a Tabaré Vazquez --quien, debo aclarar, creo tiene la obligación de decir que no apoya todo esto, porque lo prometió en campaña y así ganó-- y votamos esta anulación que me parece hasta medio ilegal pero no importa, porque se trata de hacer historia? Después sí, no pido mucho: volvemos a mirar a Capusotto que es la mar de divertido.