sábado, julio 17, 2010

La Celeste

Todo el mundo está comentando la actuación de La Celeste (el nombre lo ha adquirido hasta la FIFA). No puedo ceder a la tentación de intentar superar el primer nivel de análisis (a.k.a. La Obvia) y meter un comentario necesariamente pseudosocial, pseudopolítico, pseudodeportivo sobre el milagro este del cuarto puesto con aspiraciones.

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Nos resistimos a creer que esto sea más que nuestra necesidad de alegría y de autocomplacencia. Pero los medios de todo el mundo dicen que no, que esto es realmente innovador, que Forlán fue el mejor jugador del mundial, que Tabarez fue el mejor técnico y que por una vez no nos engañamos diciendo que fuimos el mejor equipo (en uno de los múltiples sentidos) del Mundial de Fútbol. Asumámoslo antes de empezar, tomémoslo como hipótesis.

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Una de las frases más repetidas es "al fin superamos aquello de 'sólo festejamos primeros puestos'". No es cierto. Festejamos sin duda el vicecampeonato juvenil en Malasia en el '97. Festejamos aquel vicecampeonato de América cuando jugaba Magallanes. Festejamos aquel vicecampeonato de América cuando perdimos contra el enorme Brasil de Bebeto y Romario. Frutilla de la torta: me han dicho que en el '70 la gente salió a 18 de julio a festejar el cuarto puesto. Después no tuvimos otras oportunidades. Aquello era una frase hecha, nada más que una versión autóctona y deportiva del cuento de la zorra y las uvas.

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No escuché ni una vez la conclusión cantada: perdimos los partidos difíciles. Con europeos, marchamos dos veces. Creo que el motivo era válido: estábamos evaluando los medios antes que el fin. No dejamos que los resultados empañaran el concepto del que estábamos orgullosos. En un medio tan resultadista (?) como el fútbol, esto es un valor que habla de nacionalidad, de patria (esa palabra que para los socialistas, para nosotros todos, hasta ahora nos resultaba, nos resulta, tan temible, y que, puta digo, es hora de que empecemos a elaborar pacientemente, sin apuro, como corresponde a un pueblo haciendo su Historia, Zitarrosa dixit).

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El movimiento generado, culminado en esa caravana generosa, amplia, alegre y en ese acto final irreverente, despojado de frases hechas, no puso el foco en la garra sino en el equipo, en el fútbol y en los méritos futbolísticos. Vaya, creímos ser mejores no por más machos, sino por mejores nomás. Este movimiento fue, gracias a dios, divergente del que sugerían los medios, que no pudieron salir del discurso, ese sí, patriotero, cuyo símbolo más claro era esa propaganda del "nací celeste" de Pilsen que mostraba al Ruso Pérez y a la mano de Suárez, en vez de a los golazos (todos ellos golazos) de Forlán, o al inspiradísimo gol del propio Suárez contra Corea, sin duda el punto máximo de la actuación uruguaya en el mundial, resultado del orden del equipo y de la inspiración de un delantero, que de eso debería tratarse este deporte que para nosotros es el más lindo del mundo. La clase política fue más inteligente, no cedió a la tentación de apropiarse del festejo (excepto por el burdo intento de Lescano, rápida, prolijamente cortado por Bordaberry directa y por el resto de la clase política indirectamente).

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Mujica (alguien que notoriamente no siente el fútbol como propio) les recomendó al partir a los jugadores: "Disfruten". Y después, calladito, intentó arriar agua para su molino (el de la unión, el de la lucha bien sentida, el del país moderno).

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En el 2002, después del golazo de Forlán contra Senegal, anuncié el fin de la era Paco. Pensé que iba a ser más rápido. Pero todo parece indicar que tuve razón. Bueno, andá a saber.

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Esta Copa del Mundo no es un hecho aislado. Se produce el mismo año en el que Peñarol, el equipo más rezagado en un cambio que iba hacia jugar más o menos lindo (que había liderado Nacional), hacia conocer las limitaciones propias (que había liderado Defensor), hacia buscar la victoria por el fútbol (que había liderado Danubio), saliera campeón invicto, jugando bien y en medio de un discurso medido, prudente, de su hinchada, que disfrutó con la sorpresa y no esperó demasiado hasta que pudo esperarlo. Ribas (y con él los adalides de la patita levantada, de la motivación como único factor) se revuelve en su tumba desde entonces, y eso es buena cosa.

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Las masas a veces se mueven más rápido que sus líderes. La enorme cantidad de gente que iba a ver a la selección, aun cuando fallaba, fallaba, fallaba según los parámetros usuales, lo muestra clarito. Abreu lo dijo: "esta gente nos apoyó siempre, no apareció ahora". Forlán lo dijo: "en la eliminatoria jugamos bien, pero igual nos había costado". Proceso antes que resultados.

Igual, las masas nos son uniformes. Los idiotas que hablaron de tener tres huevos y demás están. Ver comentario de mi amigo jahey en su blog por más detalles.

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Finalmente, tuvimos suerte: a esta selección le fue bien. Porque otro resultado era posible, con las mismas grandes variables: nos pudo haber ido mal. Un partido de fútbol depende, como todo sistema, de múltiples variables y (seguramente) del azar, y no todas las variables se pueden controlar (o, para decirlo en términos más futboleros, el rival también juega y los jugadores, humanos, también se equivocan). Perfectamente podríamos haber perdido con Corea, como perfectamente podríamos haberle ganado a Alemania.

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Podríamos haber sido campeones. Imagino (sacrilegio) que nos conviene no haberlo sido. No somos los mejores del mundo (para ser más exactos, no hay tal concepto: hay campeones mundiales, nada más; pero digamos, hablando en términos estadísticos, que de cien campeonatos, ganábamos dos). Probablemente, hubiéramos quedado nuevamente presos de un diablo como el de Maracaná.

viernes, julio 16, 2010

lunes, julio 12, 2010

Empatía

Supongo que no debe haber lugar en el mundo más compatible con festejar un campeonato del mundo que Madrid.

viernes, julio 02, 2010

Resistir

Escribo en una noche desesperada, descontrolada y, sin embargo, para el mundo, plácida. Soy un hueso duro de roer, si se me permite el lugar común. Acá, impertérrito, escribiendo esto cuando debería dormir para recobrar fuerzas para mañana de nuevo gastarlas en resistir. Imagino que a nadie le importa. Voy en dos caminos, mente y yo. Mente bien. Yo en el derrumbe, supongo, no sé. A la mente no le importa, así que, por eso, no sé. Los dejo con mi mente.

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Con su lucidez habitual, Marcelo Pereira comenta desde "La diaria" un poco de lo que todos los lúcidos estamos pensando, pero no decimos por cábala o por nuestra resistencia loable a decir algo obvio: algo cambió con este Mundial de Fútbol en el Uruguay. Bueno, no, todo es secuencia: algo lo volvió visible. El comentario sobre el mismo (jejeeee, algo se revuelve en mí: fue a propósito) es mesurado, tranquilo, al margen de toda la estupidez que escupen los canales de televisión con sus mierdas de color, su nada que aportar, su desconcierto. Más o menos se resume en un increíble "están cumplidos" (nótese la tercera persona, diosmío, ya era hora). Capaz que se fue a dormir el diablo de Maracaná. Era hora, ya me tenía podrido.

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Bioy y "Dormir al sol". Está muy bien esta novelita. Este hombre escribe muy de manual, pero ta, es entretenido.

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Me recomendaron con bombos y platillos (imagínense) "Diario" de Hélène Berr. Mucho más de lo que esperaba. ¿Alguien me puede recomendar un análisis de la evolución del pensamiento nazi? No logro reconstruir una secuencia que lleve a un odio tan desmesurado.

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Sigo en busca de la definición correcta de cinismo.